Ciudad a la deriva
La otrora ciudad jardín, alegre y amigable, envidiada por quienes la visitaban, hoy se encuentra sumida en el dolor, la rabia, la desesperanza y la basura.
Qué lejos estaban de imaginar las/os cochabambinos que antes y después de las fallidas elecciones de octubre, salieron a las calles exigiendo el respeto de los resultados del referéndum del 21 F y contra el descarado fraude electoral, que estos actos de insumisión a los mandatos de un endiosado tirano Evo Morales generaría en él y su gente tanto odio y resentimiento, al extremo de atentar contra la vida de toda la población. Si bien no tuvo éxito cuando instruyó el cerco a Cochabamba por parte de sus milicias cocaleras, la oportunidad de oro para cobrar una a una las ofensas que considera se le infligieron al provocar su renuncia a la presidencia y huida del país, se la dio el virus COVID-19 que encontró a un Estado absolutamente desprotegido ante cualquier epidemia, carente de un Sistema de Salud en condiciones mínimas y, como si fuera poco, una buena parte de la población sin educación para prevenir y protegerse de la letal pandemia, pero sí cargada de soberbia que le hace pensar que es no solo impune ante las leyes y la justicia, sino también inmune ante la enfermedad.
El Movimiento al Socialismo y su caudillo tuvieron largos 14 años en el gobierno para tejer con éxito sus redes para el control absoluto de las instituciones públicas, dejando en ellas a autoridades y funcionarios/as que tienen una ignorancia e indolencia proporcional a su capacidad de sumisión y obsecuencia al jefe. Tanto así que nada menos que la primera autoridad del departamento se permite capitanear el atentado contra la población de Cochabamba desde K’ara K’ara, incitando a sus guerreros (...), expertos en extorciones, chantajes y todo tipo de delitos a continuar destruyendo la ciudad que les cobija, convenciéndoles con bastante éxito que la famosa pandemia del COVID-19 no existe, porque ella no ha visto a ningún enfermo; acción que suma a su negligencia para usar los recursos destinados a salud, al ocultamiento de medicamentos, desvío de equipos para prevenir contagios, etc.
Por otro lado, tenemos un Alcalde hablabonito que no da talla para el cargo y que se aferra a él como niño hambriento a biberón, en lugar de renunciar en serio y con dignidad para dedicarse a sus problemas judiciales.
Por la conducta inmoral y negligente de las dos autoridades y la parálisis de su población, Cochabamba hoy es una ciudad a la deriva. Que la vida se apiade de nosotros.
JULIETA MONTAÑO S.
Abogada y directora de la OJM