Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 06:46

Reducidas a máquinas reproductoras

Reducidas a máquinas reproductoras

Durante siglos, las mujeres luchamos  para que se nos reconozca nuestra condición de seres humanos dignos e iguales en derechos que los hombres. Y cuando creíamos haber logrado doblegar al menos en parte al patriarcado que durante milenios sometió a más de la mitad de la humanidad, constatamos que en buena parte del planeta las condiciones de indignidad y desconocimiento de derechos persisten. Mujeres consideradas propiedad del hombre, que puede decidir sobre su cuerpo, libertad y vida como sucede en Afganistán, Irán y otros países en los que muchas mujeres y niñas son condenadas a muerte por atreverse a quitarse el velo de la cabeza o resistirse a aceptar un matrimonio pactado por sus progenitores siendo ella aún una niña. 

De igual manera en sociedades consideradas desarrolladas científica, cultural, política y económicamente, la valoración de las mujeres muy poco han cambiado, coexisten formas de esclavitud más o menos sofisticadas que niegan a las mujeres el reconocimiento de su condición humana para convertirlas en mercancías o instrumentos para satisfacer los deseos más retorcidos, crueles e inhumanos  que ha concebido el patriarcado a lo largo de la historia como son la explotación de la prostitución y los vientres de alquiler, hoy conocido con el sofisticado término “maternidad subrogada”. 

Es tal la fuerza y el poder económico de estas dos aberraciones, que cada vez se van consolidando como industrias, que por su gran rentabilidad pueden comprar conciencias de políticos, intelectuales, autoridades nacionales e internacionales, independientemente de que sean hombres o mujeres. Algunos economistas consideran que son negocios mucho más rentables que el tráfico de drogas. 

La importancia y la desfachatez con la que actúan quienes se hallan metidos/as en estos negocios se observa en eventos internacionales, donde grupos financiados por el proxenetismo internacional y los de la corriente de “reproducción subrogada” realizan acciones de presión política para que se reconozcan la explotación de la prostitución y los vientres de alquiler como actividades legales, necesarias y legítimas. Es obvio que las mujeres en prostitución o las que alquilan su vientre para gestar a un ser humano que beneficie a quien tiene más dinero y no quiere o no puede concebir, no son las beneficiarias, son convertidas a esclavas y máquinas de hacer dinero para beneficio de grupos de poder económico y mafias internacionales.

Lo lamentable es que cada vez hay más países gobernados por grupos de derecha neoliberal o izquierda progresista empeñados en reglamentar estos dos negocios disfrazándolos bajo un discurso de seguridad humana y altruismo.

DE FRENTE

JULIETA MONTAÑO S.

Abogada, feminista, defensora de DDHH

julietamontañ[email protected]