Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Quemas en el Tunari

Quemas en el Tunari

Ante lo desagradable de ver cómo se incendian los bosques en el Parque Nacional Tunari me puse a meditar por qué los cochabambinos no nos apropiamos más enfáticamente de este espacio que nos protege contra inundaciones; y es más, nos da el agua que bebemos cada día. No es difícil encontrar la respuesta en estos tiempos de mucha transformación de las ciudades. El día en que los cochabambinos valoren realmente el bosque que protege a la ciudad, se habrá escrito un hito en la historia de este valle.

Parece que sobreentendemos que la naturaleza se puede rehacer de cada embate (tala o quema) por su propia cuenta y sin un impacto que trae consecuencias para el ecosistema. No nos ponemos a pensar que los ciclos naturales son tan largos y tan extensos que se pierden especies de flora y fauna temporal o definitivamente y que se reduce su nivel de sobrevivencia. No nos ponemos en el lugar de las especies animales o vegetales antes de actuar y afectar a la naturaleza tan descaradamente y tan salvajemente encaminándonos hacia la autodestrucción; y lo peor, estamos privando a nuestros nietos y bisnietos de conocer aves y árboles únicos en este valle bendecido por la naturaleza. O será que la comodidad del entorno urbano nos invade al extremo de no valorar ecológicamente una Quewiña o una Jarka o un Colibrí o un Chiru Chiru que son patrimonio natural de este territorio.

Algunos indican que los cochabambinos ya no son la mayoría, existe mucha gente migrante que está poblando este valle otrora jardín de Bolivia, pero no se dan cuenta que no importa quiénes habiten este espacio. Todos dependemos del oxígeno que emiten los árboles, todos dependemos de las aguas subterráneas que se infiltran en las cabeceras de este valle, todos dependemos de las aves, reptiles, insectos, roedores y hasta gusanos para que  nos protejan de las plagas y otros males que nos acechan en las viviendas. Todos dependemos de la naturaleza, por lo que debemos demostrarle nuestro cariño y agradecimiento favoreciendo su restablecimiento, mejorando su desarrollo, haciendo parte de nuestra vida cotidiana, porque no hay más ciego que el que no quiere ver.

El clima de la ciudad se ha transformado ¿por qué? por la misma acción depredadora de todos sus habitantes que cada día mutilan árboles, eliminan a la fauna necesaria para los ciclos naturales y cada día emitimos tantos gases como sean posible, todo con la justificación de que hace mucho calor pon el aire acondicionado, o sácalo ese árbol porque no deja ver ó regá nomás con manguera hay harta agua. En fin, salve Dios a este valle.