Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Tiempos y relatos extraordinarios

Tiempos y relatos extraordinarios

Esta semana caminamos con mi hija,  solos por calles y avenidas, sin vehículos y sin personas, parecía una ciudad abandonada, algún perro vagabundo se nos unía espontáneamente y caminaba al lado nuestro extrañando el calor y bullicio de aquel mundo que habíamos conocido los tres, hasta antes de la pandemia. Yo le decía que eran tiempos extraordinarios, que tal vez nunca volveríamos a vivir algo así y que ella, cuando tenga su familia, seguramente les contaría a sus hijos y nietos que había sido testigo de un momento donde el tiempo y espacio habían dejado de tener sentido por el COVID,  o se habían fundido como ocurre en la singularidad de los  agujeros negros. 

En efecto, ya no existía el espacio como lo habíamos conocido antes, no necesitábamos viajar, porque ahora con la tecnología podíamos conversar o trabajar virtualmente con  alguien que vive en Cochabamba o en Madrid, por separado o de manera simultanea; entonces podíamos estar en cualquier punto del espacio. Y el tiempo, por la cuarentena, había dejado de ser importante porque  ahora las horas, los días, semanas y meses pasaban sin pausa y sin prisa, podíamos estar en cualquier punto del tiempo, sin importar el mañana. 

Tal como Borges había descrito:“Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo”.

Así caminamos un largo trecho, conversando, sin importar el rumbo y sin mirar el reloj. La tarde se hacia noche y la noche silencio. Le conté que antes yo había vivido otro momento extraordinario en la época de los golpes de estado y los toques de queda, cuando a determinada hora era prohibido caminar y las ciudades se quedaban tan silenciosas y vacias como ahora. En aquella época yo tenía su edad y los jóvenes peleábamos por derrotar las dictaduras saliendo a las calles, añorando la democracia. Ahora, en cambio y ante un enemigo invisible, los jóvenes para cuidar su salud solo deben quedarse en casa añorando volver a vivir esa vida plena. Coincidimos en que, pese a todos estos sin sabores, estos meses a las familias les había devuelto su verdadera esencia de ser. Disfrutar de sus espacios del lugar donde habitan, casa o departamento, estando en familia. Y el tiempo de estar juntos y dialogar más entre miembros del hogar. Algo que tal vez no volvería a ocurrir de nuevo, en mucho tiempo. 

Realmente un tiempo extraordinario que nos ha permitido volver a lo esencial, a fortalecer la relación y los valores a través de mayor diálogo. Un “estate quieto” que a muchos ha permitido reflexionar sobre su rol o papel en esta vida, en este espacio y en este tiempo. Por eso concluimos, en nuestra charla, que después de este tiempo las cosas deberían cambiar y ser diferentes. 

El verdadero humano podrá resurgir y mirar las cosas con mayor empatía y solidaridad al projimo, para ayudar al que más necesita y así disminuir la pobreza. Que administrará mejor su tiempo, buscando lo esencial y dejando lo banal. Cuidará de su espacio dejando de destruir el medio ambiente. Cuidará más su economía dejando el consumismo y valorando lo que posee.

La gran incógnita que nos quedó al final del paseo fue cómo los humanos volveremos a recrear nuestro futuro, cuál será esa historia colectiva que nos devolverán los sueños y la seguridad, después de haber perdido a un ser querido o haberse mermado nuestra economía. Qué ficciones inventaremos esta vez para devolver la confianza a una civilización que pasó de “simples animales a dioses”, según el libro de Yuval Noah Harari,  y que ahora se ha rendido ante la gran capacidad destructiva de un solo virus que ha puesto en jaque a todo el planeta. 

Al tocar el timbre de nuestra casa, en ese mismo instante, vimos caer una estrella fugaz, lo que nos hizo entender de nuestra dimensión como humanos y que estamos lejos de entender los misterios de esta vida y el universo.


JORGE VELASCO T.

Ingeniero industrial, magíster en Innovación y Desarrollo Emprendedor, y docente

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