Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Mediocridad de sabores

Mediocridad de sabores

El acceso a los alimentos, como posibilidad única para la reproducción de la vida, fue y es una de las necesidades básicas de los humanos. La sensibilidad humana y la posibilidad de construcciones culturales, a lo largo y ancho del planeta, han permitido la infinita posibilidad de creación y recreación de sabores a gusto y placer de sus propios creadores.

Pero, aquella práctica creativa ha dependido también de la producción de los insumos que hacen a las comidas. Esta producción está relacionada con particulares formas de organización social y a prácticas rituales.

Por ello, no es raro saber que aquellas culturas que han producido importantes procesos civilizatorios sean también poseedoras de grandes variedades de productos y, ahora, se expresen en diversidad de sabores cocinados en diferentes lugares como parte de identidades nacionales que nada han tenido que ver con estos procesos.

La idea de “identidad nacional boliviana”, entre otras aberraciones y lejos de comprender aquellos procesos, encara un proyecto de anulación de aquella diversidad producida a través de miles de años en las culturas de los Andes, que hoy habitan el territorio de Bolivia. “Plato bandera” lo llaman, y como era de esperarse, en un país colonizado profundamente, la “papa frita” gana un concurso virtual en Cochabamba sobre toda una gama de otros procesos ancestrales que crearon una amplia variedad de sabores.

La miopía y el sentido de hacer algo para justificar cualquier cosa desde algún espacio de poder se desespera por lanzar concursos donde no solo son innecesarios, sino también dañinos. ¿Quién puede decir que un plato es mejor que otro?

La folclorización y la patrimonialización de la “cultura” está contenida en destacar un plato y no otro encubriendo a una sociedad individualista que consume mercancías por moda y asociación y no por libre albedrío. Por suerte en Bolivia la comida no es aquella mercancía producida en serie por el capitalismo, como el maíz de las pipocas en el cine. Aunque esto moleste al Ministerio de Culturas, nuestras papas todavía son producidas desde contextos sociales familiares y rituales en los que no ha entrado la agroindustria liderada por Monsanto.

Ojalá los detentadores de aquel mediocre concurso se pongan a pensar en el juego que le hacen al libre mercado y al neoliberalismo Pero sobre todo puedan darse cuenta cómo serían sus vidas si tendrían que comer papa frita o pique macho todos los días.