Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 14:50

Ministra de Cultura: ¿cuál fue el último libro que leyó?...

Ministra de Cultura: ¿cuál fue el último libro que leyó?...

La lectura es un hábito. Al igual que la higiene personal, comer saludable, hacer ejercicio físico, descansar por las noches y levantarse temprano. El hábito permite crear rutinas, certidumbres. Es orden, disciplina y una fuerte motivación para crecer como ser humano y esforzarse por ser una persona saludable en todo aspecto. De hecho, contar con hábitos es una de las formas más eficientes de sobrevivir en un mundo tan caótico. Permite conservar la salud, reaccionar con inmediatez frente a un problema mental o físico. Sortear un desafío profesional.  

El hábito de la lectura crea satisfacción, una sensación de logro, de placer, de conocer, de viajar. Es un ejercicio mental, lingüístico y reflexivo. Minimiza el riesgo de Alzheimer con el paso de los años. Obliga al cerebro a resolver interrogantes, a concentrarse, a curiosear, a imaginar, a soñar. 

La lectura es un compromiso con uno mismo. Es una conversación en silencio. Es un acto revolucionario. Una manera de descifrar una realidad, una situación, un momento. Una encrucijada. Leer es el acto de amor más sublime de un ser humano hacia sí mismo, por la fuerza de generar emoción y placer a través de las letras, de las palabras, de las oraciones, de las historias, de los versos.

El gran desafío de nuestra sociedad hiper desinformada, con niveles altísimos de infoxicación, de fatiga social, de pérdida de rutinas y de costumbres, es reconocernos como aquellas personas con una enorme capacidad de comprender textos, evaluar informaciones, construir hipótesis, usar conocimientos, comprender un texto y reflexionar sobre el mismo a partir del razonamiento personal y las experiencias propias. 

Para ello, el primer paso que debemos dar es el de despojarnos de esa formalidad absurda. De la lectura obligatoria, castrante y que solo provoca un asco hacia la lectura. Cualquier libro, por más precioso que sea, al ser lectura obligada, pierde su magia, su encanto. Se vuelve una tarea, un muro, una tristeza.

Leer es un acto voluntario. Libre. Es un juego que de niños debemos retozar, divertirnos. Es una informalidad. Un encuentro divertido, una risa, un misterio a resolver. El pecado es tomarse las cosas y a uno mismo demasiado en serio. La seriedad absurda es una de las peores ruinas que hace estragos a nuestro alrededor y en cada uno de nosotros. El gran filósofo español Fernando Savater esgrime con justeza que lo único verdaderamente serio es que nada puede ser absolutamente serio y que todo monopolio de la seriedad es perverso ya que “la seriedad bien entendida empieza por cualquiera menos por uno mismo”.

Bolivia está fuera de los rankings de los países con más lectoría. La cola es su único agarradero y así va ubicándose siempre al final de todos los buenos promedios de otras naciones. No existe, hasta donde tengo conocimiento, un estudio formal y a profundidad sobre los hábitos de lectura en Bolivia. Sí hay en México, Argentina, Chile, Brasil. Y los hay porque es información estratégica para la mejora continua de la industria de los libros en cada país, para la promoción de sus escritores, de sus gestores culturales, de la difusión de sus culturas en todo el mundo. 

¿Qué leemos? ¿Cuántas horas leemos? ¿A qué autores bolivianos o internacionales leemos? ¿Qué libros tienen mayor o menor demanda? ¿Cuál es la preferencia de lectura por región, por ciudad, por municipio? ¿Nos gusta más la poesía? ¿La novela? ¿Los libros de autoayuda? De ficción, policial, biográfica.

¿Cuántas librerías tenemos en Bolivia? ¿Cuántas de ellas reciben el apoyo del Estado para fortalecer su giro comercial y no obligarlas a cerrar por culpa de algún impuesto inmerecido a la cultura o por culpa del maldito contrabando? ¿Cuántas bibliotecas municipales funcionan y qué variedad de libros poseen? ¿Cómo captan nuevos lectores? El gran esfuerzo de los promotores culturales y editoriales del país que apoyan las ferias del libro anuales son un bálsamo ya que forofos insisten en una pelea hercúlea. 

Así que la pregunta – incontestada - a la ministra de Cultura de cuál fue el último libro que leyó o qué libro recomendaría, es una muestra contundente de la ausencia del Gobierno y su supino extravío en una de las áreas más vitales y nobles de una sociedad: la lectura.

OJO EN TINTA

JAVIER MEDRANO

Comunicador y experto en

Gestión Estratégica

[email protected]

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