Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Evo se ha "empiojado"

Evo se ha "empiojado"

Es, cuando menos, una penosa fotografía. No por él, sino porque es un expresidente de Bolivia. Asumió una investidura constitucional y todavía no entiende que debe respetarla. Nunca lo asimiló. Se llenó de revanchismo y jamás pudo lidiar con sus rencores personales. Fue un líder divisionista, ahuecado, que vendió una imagen de víctima eterna.

De hecho, fue su aspiración personal y, desde sus inicios, asumió activamente ese rol que le permitió escalar en el poder bajo el mote de ser alguien “víctima” del imperio. Etiqueta que, manejado hábilmente por sus asesores, lo “elevó” moralmente entre sus pares, propios y ajenos y le ahorró la necesidad de brindar muchas explicaciones sobre sus innumerables actos irregulares, ilegales e inciviles.

El tema de fondo es que la víctima no siempre tiene la razón, no siempre nos tiene que caer bien y no siempre merece algún tipo de elogio. Y, muchas de las veces, ni siquiera es víctima.

Vistas las cosas con perspectiva, después de sus odios y rencillas; venganzas y rencores: él sólo se ha "empiojado".

Perú y su clase política lo declaró persona no grata por meter sus narices en una crisis interna de larga data. Cree, mendrugo, que puede inmiscuirse donde el pegue la gana. Los peruanos cerraron filas y le majaron las puertas en su cara. Pero él insiste, intoxicado por su megalomanía, en creer que aún es un líder hegemónico. Ya no lo es. Quiere ser presidente de un club de fútbol; quiere seguir siendo el presidente de las seis federaciones cocaleras (una organización ligada al narcotráfico, de acuerdo estudios que señalan que más del 98% de la producción de hoja de coca de la zona va directamente al narco); quiere ser líder de un CELAC social en la región, pero no le alcanza, quiere seguir recibiendo títulos y medallas de dictadores venezolanos y abrazos cubanos envenenados. Nada le alcanza. Solo su ensimismamiento.

La reciente reunión de la CELAC - en Buenos Aires - fue una especie de exceso intelectual del progresismo latinoamericano. Fueron discursos huecos, desgastados y puestos en evidencia por el valiente presidente de Uruguay, quien, sin ningún desparpajo, les cantó unas cuantas a los populistas, demagogos y tiranos de turno. Pero el cuero grueso pudo más y ni siquiera se sonrojaron. Son, claramente, sinvergüenzas.

En paralelo, y en un pequeño salón de hotel bonaerense, Morales lanzó su perorata de la CELAC social, sin grandes repercusiones y solo sustentada en afanes de mostrarse como un líder regional.  Si ya la propia cumbre de presidentes no terminaba de calzar su destino, en medio de discursos plagados de resentimiento hacia el consabido “imperialismo”, se sumó en la agenda la posible aplicación de una moneda única, denominada Sur, entre las dos economías de Brasil y Argentina – esta última con una inflación en 2022 que rozó el 95%, la más alta en tres décadas y con una inestabilidad social y política compleja – y a la que pletórico se sumó el narco corrupto Nicolás Maduro. Todo un teatro rústico y desgastado de la falsa izquierda latinoamericana.

La virulenta ideologización de los “progres” ahonda las brechas, frena la posibilidad de acercar agendas en la región que buscan una consolidación de mercados comunes, de acuerdos multilaterales con economías con grandes mercados asiáticos y europeos, pero su miopera discursiva los delata y los sitúa en lo que realmente son: antidemocráticos.

Pero nada de esto es trascendental para el líder cocalero. Solo su proyecto político personalísimo. Su ombliguismo ya le ha cobrado la factura de un quiebre con su exministro de Economía a quien – gracias a un audio filtrado – ya discute de manera abierta con sus “bases cocaleras” qué acción política adoptar porque se preguntan “hasta cuándo aguantarán al Lucho como presidente”.

Él solo ha "empiojado" sus relaciones partidarias con sus propios “compañeros del MAS”, con su entorno y sus ex correligionarios.

Lo que no sabe –al igual que sus huestes masistas– es que los relatos, quizás cautivantes en su momento, se han venido abajo. Todos han sido refutados, se han vuelto impopulares o se han convertido en algo absolutamente indefendible. Vivimos épocas de profundas desconfianzas con todo y con todos quienes nos rodean. Le pasó a la iglesia y su relato bíblico, al comunismo con la caída de la Unión Soviética y su fracaso evidente; le pasó a China cuando dejó de lado su línea dura maoísta para abrirse al capitalismo pragmático. Y ahora le toca al masismo y sus pseudo renovadores. Ya nadie cree en su verborrea.

Ellos solos, masistas, evistas y renovadorees, se han "empiojado", porque sin verdad no hay forma alguna de democracia.

OJO EN TINTA

Javier Medrano

Comunicador y experto en Gestión Estratégica

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