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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Aprendamos del malo… y mucho

Aprendamos del malo… y mucho

Más allá de una falsa apología del delito o, peor aún, del delincuente, dice la literatura que un personaje que interpreta la maldad, es mucho más atractivo por el sinnúmero de matices, contradicciones internas y desafíos que tiene frente a la vida, que un personaje bueno, llano y noble de corazón. De hecho, cuando la neuropsicología hizo su irrupción, allá por la década de los 80 y 90, aparecieron las distintas clasificaciones de psicopatías y sociopatías. Surgió la codificación de los asesinos seriales – bajo esa nomenclatura, ya que antes no se sabía, ni siquiera que existían –, entendieron, lo más científicamente posible, la real motivación que impulsa a algunas personas a cometer asesinatos en serie, sus taras, complejos, pero, los más hipnótico, fue comprender todo el potencial intelectual que poseen los malos. Para ser malo debes tener una estrategia. Debes analizar en detalle cada uno de los escenarios donde harás el mal. Contar con aliados. Conocer tus fortalezas como asesino, pero, sobre todo, tus debilidades y ocultarlas del resto, para construir trampas eficientes. Saber cuándo y cómo tender cortinas de humo. Pasar desapercibido. 

El malo debe distraer, confundir, hipnotizar. Debe saber enamorar, manipular. Debe calcular cada uno de sus movimientos. Medir sus palabras. Engatusar. Ocultar sus verdaderos intereses sin que medie un ápice de vergüenza o resquicio que deje en evidencia su sed por hacer el mal.

Debe ser un camaleón. Un maestro del disfraz. Saber el valor de la mentira y de la manipulación de la verdad. Conocer todos los ardides del engaño. Ser siempre y, en todo momento, la víctima. Aparentar ser débil a quien hay que proteger. Solo él debe saber sus reales acciones, sus motivaciones. Solo él debe saber sus torcidos pensamientos. Y nunca, pero nunca, debes desfallecer…

Debes armar en tu soledad fría y absoluta el engaño. Montar el fraude. La tramoya tiene que ser solo tuya y de nadie más. Los demás son tus alfiles, tus peones, tus fichas. Para ser malo debes aprender desde el rencor, desde la envidia. Haber vivido en la pesadilla del desamor. Debes saber que beberás veneno y que el único antídoto posible será la sangre ajena para curar tu enorme resaca. Debes creer, sin el menor resquicio de duda, que tú eres el único que vale. Debes ser egoísta, estafador, mentiroso compulsivo (...).