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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Segregación, bicicletas y espacio público

Segregación, bicicletas y espacio público

La contaminación atmosférica a causa de los combustibles fósiles que otorgan movimiento al transporte motor, en paralelo a la contaminación acústica y ocupación del espacio público está frente a una imperiosa necesidad de realizar actividad física que evite el sedentarismo y, por tanto, enfermedades no transmisibles, la sociabilización entre personas que generen beneficiosos encuentros y promuevan consensos para emprender programas de planificación equitativos y duraderos, motivar empoderamientos a partir de realzar la identidad a partir del arte en todas sus manifestaciones y, por supuesto, muchos otros motivos que promuevan convertir en lugares a los no lugares, tal como sostiene el antropólogo francés Marc Augé. Lo expuesto debería representar un sólido argumento para que la administración pública considere a la bicicleta como un medio de transporte alternativo que coadyuve en la dotación de actividad al espacio público.  La realidad evidencia directrices planteadas por las políticas públicas que denotan segregación a la bicicleta como medio de transporte alternativo. Tal parece que los ciclistas fueran considerados diferentes, con incapacidad de adecuarse a un sistema de normas viales y por tal motivo merecedores de segregación a un sistema paralelo de infraestructura, que denota poco mantenimiento y con tendencia a desaparecer. La ciclovía se muestra como una estructura vial distinta a la ordinaria, destinada al transporte automotor que recibe todas las atenciones necesarias en mantenimientos periódicos, señalización adecuada y demás beneficios técnicos para estimular su uso, mientras que los ciclistas ruedan por estructuras viales carentes de todo ello, en paralelo, invadidas por motocicletas, que por su escala y ante una ausencia de señalización pertinente, llegan a tomarla como una ruta alternativa, reciben ocasionalmente al  transporte público que la mal utiliza como parqueo momentáneo en el afán de recoger pasajeros o carga, ya que al no presentar alto tráfico son ideales para este ingrato motivo. En este contexto, se hace necesario indicar que cualquier persona es capaz de montar una bicicleta y conducirla con seguridad en la calzada urbana, siempre que presente orientación y guía acompañada de una adecuada, visible y elocuente señalización. Por lo expuesto, segregar al ciclista a las ciclovías no siempre resulta seguro. Circular en bicicleta debería ser parte de la estructura ordinaria, por supuesto con lo que implique en términos de seguridad en el área de uso, modificando el contexto de manera que esta medida denote inclusión a un sistema vial, que la realidad hace ver atención con mantenimiento constante, señalización adecuada, dotación de parqueo y demás beneficios al vehículo por ser automotor. Los ciclistas también existimos.

CULTURA, ZOOCIUDAD Y TERRITORIO

JAIME ALZÉRRECA PÉREZ

Docente e investigador IIACH- UMSS

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