Opinión Bolivia

  • Diario Digital | domingo, 04 de junio de 2023
  • Actualizado 15:29

De ChatGPT y otros demonios: en el dominio de la inteligencia artificial (IA)

De ChatGPT y otros demonios: en el dominio de la inteligencia artificial (IA)

“Prefiero morir como un hombre, a vivir por la eternidad como una máquina.”

El hombre bicentenario

El límite de tiempo de entrega del ensayo se acerca inevitablemente/peligrosamente, ni el café hace efecto ni las ideas fluyen, los bostezos abundan y la pantalla del computador brilla ansiosa y nerviosamente esperando las 500 palabras que den cuerpo y alma al dichoso documento de opinión pedido en la clase de Estudios Sociales de la secundaria. Después de mucho o poco pensar, finalmente teclea y los primeros caracteres aparecen en la pantalla, el título del ensayo, luego nada más. Unos instantes atrás, en su desesperanza, se le hizo presente la tentación de copiar alguno de los ensayos sobre el tema que encontró en una búsqueda en Internet, pero rápidamente y junto a lo que le quedaba de sano juicio, la idea fue descartada. El documento debía ser subido al sitio web verificador de plagios; “¡dichoso sitio!”, exclama, adornando la protesta con un par de palabrotas más. El computador y su operador, ambos están que se comen las uñas. Sin más opciones y al límite de tiempo, con prácticamente nada escrito y la mente en blanco, ingresa a ChatGPT, un programa de Inteligencia Artificial, y le pide que escriba unas palabras sobre el tema elegido. Al instante un texto pulcro aparece en pantalla. Modifica un par de palabras e introduce un par de errores de puntuación. “Soy yo quién lo escribió, ¿no es así?”, se convence. En menos de media hora tiene listo el ensayo, el cuál recibirá una nota sobresaliente y una mención especial para el autor que le valdrá admiración entre sus pares.

Al otro lado del mundo, otra persona trabajando en su informe semestral, no se la ve muy satisfecha con su documento, algo le falta, pero no sabe con seguridad qué es, y ni quiere poner más esfuerzo en averiguarlo. De manera similar, entra a ChatGPT y le pide sugerencias para mejorarlo, ChatGPT ni corto ni perezoso se pone manos (o electrones) a la obra y en un instante brinda una serie de sugerencias para mejorar el texto. Incluye varias de ellas en el informe, lo lee, y es aprobado con una sonrisa de satisfacción, “ojo que el 99.9% es obra propia, mía”, piensa. Con tiempo más que de sobra, envía su informe, el cuál logrará sobresalir entre muchos otros y, a la postre, le ganará la voluntad de sus supervisores.

La sorpresa de fines de 2022

Dejando de lado apreciaciones ética y morales, los anteriores son dos ejemplos que muestran las capacidades del software interactivo de Inteligencia Artificial (IA) ChatGPT, un chatbot en la jerga actual, que a fines del año 2022 tomó al mundo por sorpresa, estableciéndose hoy por hoy en la aplicación de moda. Haciendo gala de su habilidad de conversación, cordial y políticamente correcta en general, y de su capacidad de sintetizar información compleja, ChatGPT cautivó, y continúa haciéndolo, a millones de personas en todo el mundo. Sus usuarios reflejan una amplia diversidad, son de distintas edades, niveles económicos y educación, representando a distintas nacionalidades y culturas. Unos lo utilizan para resolver problemas en matemáticas y otras ciencias, y ramas técnicas, donde sus capacidades de resolver problemas y explicar conceptos complejos son incomparables. Otros lo utilizan para escribir y mejorar documentos, haciendo uso del poder de generación de contenido que hace gala. Otros simplemente se divierten conversando con el mismo, con algunos intentando que ChatGPT dé alguna respuesta incorrecta o inapropiada. Y otros más lo utilizan quién sabe con qué propósitos, oscuros o no.

El impacto de ChatGPT es global, y abundan ya un gran número de ejemplos de sus usos y personajes compartiendo sus experiencias. El hasta recientemente hombre más rico de Asia, el indio, Gautam Adani, sorprendido por sus capacidades, profesaba adicción a ChatGPT, adicionando que era este un momento transformacional en la democratización de la IA. Quién sabe que fue esa adicción la que distrajo al señor Adani, quien se vio sorprendido por segunda vez en muy poco tiempo al ver y no poder evitar la debacle de su conglomerado de empresas, y como consecuencia, su triste caída en el ranking de multimillonarios mundiales. No es el único que encontró entretenimiento con la aplicación. Habiendo descubierto recientemente ChatGPT, Sierra, una profesional joven, decide pedir a ChatGPT que componga una carta para su hermano, en la que se indique las razones por las cuales debiera el hermano buscar y conseguir un trabajo. Sin preocuparse mucho por las consecuencias, Sierra envía la carta por correo electrónico. Prontamente, el hermano responde con aquel tono de sobrecogimiento de quien agradece profundamente a un familiar el haberse tomado el tiempo de componer una carta tan especial para darle aliento y esperanza. Después de haber reído un buen rato y reflexionado otro tanto, Sierra termina hablando personalmente con el hermano para aclarar las cosas, no fue ella sino ChatGPT, pero obviamente aclarando que tenía un alto aprecio por el hermano.

A empresas de toda índole, sobre todo tecnológicas, les es imperioso tener herramientas en este nuevo frente como parte de su portafolio, y promocionan sus proyectos de IA que de manera oculta o visible han estado desarrollando estos años, o adquieren capacidades en la misma. Satya Nadella, presidente de Microsoft, quién no hace mucho hubo anunciado una inversión de 10 mil millones de dólares en OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, volvió a sorprender, en un desafío frontal ante el omnipresente Google, anunciando la integración de ChatGPT en el buscador Bing, afianzándolo así en el ultra lucrativo negocio de la búsqueda. Google no se quedó de brazos cruzados, contraatacando, aunque de manera inicialmente fallida, con su propio modelo interactivo. Entidades educativas que realizan investigaciones sobre IA, muchas desde sus inicios, ponen más énfasis aún en esta área y, mantienen o crean alianzas con empresas y entidades gubernamentales en EEUU y en otras partes del mundo. El aparato militar y de inteligencia, como es costumbre, no se quedan atrás y ponen muchos recursos en esta área para responder a sus necesidades (confiemos que muchos de sus avances sean retroalimentados al mundo civil).

El campo de batalla de IA está abierto y existe una plétora de interrogantes ante esta realidad. ¿Cómo se llegó a esta situación?, ¿terminaremos finalmente siendo reemplazados por las máquinas?, ¿qué son estas entidades de IA?, ¿los usos de IA serán benignos?, ¿cuáles son sus límites?, ¿qué cuestiones morales y éticas están en juego?, ¿seremos todos beneficiados?, ¿qué haremos en Bolivia ante este desafío?, son algunas de las preguntas buscando respuesta.

La increíble y triste historia de Tay y sus amistades desalmadas

Finales de Marzo del año 2016 en el cuartel general de Microsoft, inicios de la primavera en el noroeste americano, entre bomba y sonajas se hacía la presentación en sociedad de Tay, una chatbot, un premier ejemplo de los últimos avances en IA. Transcurrirían poco más de 16 horas y, sin bomba y ni una sonaja, Tay desaparecería abruptamente para bien de todos, y en especial para bien y alivio de sus creadores. ¿Qué fue lo causó tan trágico desenlace? ¿Tan fugaz presencia?

Para empezar, Tay fue modelada como una muchacha norteamericana promedio de 19 años quien tendría presencia en Twitter y aprendería de las distintas interacciones con otros usuarios de dicha plataforma. Algo muy razonable si se lo presenta de esa manera. Para continuar, no pasó mucho tiempo para que Tay, de enviar mensajes, o tweets, benignos e inocentes, pasara a enviar mensajes racistas y ofensivos, todo gracias a la tropa de usuarios de Twitter que le enseñaron a odiar a grupos protegidos, abrazar causas repudiadas y promocionar uso de sustancias prohibidas, entre otros atributos adquiridos. Y, para finalizar, Microsoft se vio obligada a deshabilitarla y, publicando un embarazoso comunicado, pidió disculpas por lo que Tay hubo expresado en sus mensajes y por los daños que estos hubieren causado. No sin antes terminar haciendo énfasis en que la chatbot aprendía tanto de las interacciones positivas como negativas. Muchos se mofaron de Tay y de la IA en general; otros, en cambio, anunciaron que solo era el comienzo y que las “máquinas volverían”. Por cierto, sí que lo hicieron.

No es de extrañar, que al igual que lo que le pasó a Tay, un buen número de individuos se dediquen con ahínco a tratar de trasvasar las salvaguardas de ChatGPT intentando que demuestre comportamientos no deseados o no esperados. Lo han logrado en cierta medida y sus creadores, dependiendo de la gravedad del asunto, han ajustado sus parámetros para cambiar esos comportamientos. Estos intentos continúan y continuarán; pero confiemos que el chatbot sea oportunamente corregido y pulido; al fin y al cabo, no puede deambular solo y sin supervisión expuesto a los peligros de este cruel y desalmado mundo.

Entre tanto, aunque quizás ya ni le importe, Tay logró cierta reivindicación, así como también sus creadores, quienes posiblemente hallaron al fin cierto sosiego frente al fiasco del que fueron protagonistas aquel día, que aún pareciera ayer, en los inicios de esa dichosa primavera.

A la conquista de la cima

En la voz de sus creadores, la empresa OpenAI, ChatGPT está basado en un modelo de lenguaje para generación de texto, y fue optimizado para dialogar utilizando “Aprendizaje Reforzado con Retroalimentación Humana”, donde humanos guían al modelo para que tenga un comportamiento deseado. Por supuesto que necesitaba la ayuda experta de seres humanos para pasar desapercibido entre ellos. De acuerdo con publicaciones disponibles, el modelo fue entrenado a base de texto previamente curado, el cual incluía 570GB de información de libros, sitios web, Wikipedia, artículos y muchos otros textos encontrados en internet (inclusive comentarios sobre productos comerciales). Para dar una mejor idea, alrededor de 300 mil millones de palabras fueron alimentados al sistema como parte de su entrenamiento. Muchos concuerdan en que los atributos principales de ChatGPT son su modo natural de conversación y su capacidad de sintetizar información. Sus creadores lograron un chatbot que en general se comporta de manera muy cortés, dando respuestas en su mayoría políticamente correctas, o en caso de dar respuestas conflictivas, pone su nota aclaratoria de que no es algo que piense por su cuenta. El chatbot es mejorado día a día, sobre todo gracias a las interacciones que tiene con usuarios a nivel mundial, quienes con sus reportes sobre comportamientos no esperados del chatbot son ayuda gratis para sus creadores, posibilitando la pronta actualización de sus salvaguardas y evitando de esa manera una debacle al estilo del chatbot Tay.

Si bien se presenta a ChatGPT como un avance revolucionario, la tecnología detrás del mismo ha estado desarrollándose y puliéndose por varias décadas, aunque sí es cierto que su introducción ha marcado un antes y un después. Cabe resaltar que el interés por crear máquinas inteligentes data desde épocas antiguas donde se las veía en un rol mayormente de servidumbre hacia el ser humano y eran más un deseo que una realidad (y buena fuente de material literario). Las esperanzas por crear estas máquinas inteligentes se incrementaron desde la introducción de la computadora moderna, a mediados del siglo XX, y en 1956 el término Inteligencia Artificial hizo su aparición formal en el léxico de la investigación computacional. Las investigaciones sobre redes neuronales, modelos computacionales inspirados en cómo funciona el cerebro humano, una de las tecnologías detrás de ChatGPT, también tiene sus inicios en esas épocas. En estas últimas décadas, con máquinas más poderosas y modelos refinados, la carrera se aceleró aún más y los resultados o frutos de estas investigaciones han dado lugar a hablar de una revolución o una nueva etapa en la historia de la humanidad.

No bajar la guardia

Con mucho aspaviento ya se han reportado, y se seguirán reportando, instancias en las que se logró que ChatGPT se desviara del lineamento que se le había trazado, presentando un comportamiento no deseado o esperado.

ChatGPT no es perfecto, se le puede guiar para que presente respuestas sin sentido, erróneas y hasta ofensivas. Además, tendría cierta parcialidad de acuerdo con cómo haya sido entrenado y adaptado durante su entrenamiento (¿el chatbot será tan igual como el que lo entrenó?). También tiene un conocimiento mundial solo hasta el año 2021, siendo los últimos eventos mundiales desconocidos por él. Por consiguiente, habrá muchas instancias donde no se esté de acuerdo o conforme con sus respuestas.

Así que, a veces no hace falta guiarlo para que ChatGPT dé una respuesta incorrecta, simplemente se le hace una pregunta en un dominio que no entienda y se le cruzan los cables. Por ejemplo, cuando se le pregunta sobre la obra “El viejo y el mar” del autor estadounidense Ernest Hemingway, pues sí que es un erudito en la materia, en cambio si se le pregunta sobre el cuento “El Pozo” del autor boliviano Augusto Céspedes, la respuesta no es la correcta, y más aún se inventa la respuesta adicionando referencias a texto de otros autores (al parecer tiene el síndrome del sabelotodo).

Ahora bien, muchos de los que andan aduciendo la poca inteligencia y mostrando las fallas de ChatGPT, no es que interactuaron de manera, si se puede decir natural, con ChatGPT, sino que le hicieron preguntas capciosas o confusas adrede; más aún, esas preguntas rebuscadas a veces ni ellos mismos las entienden. Es necesario no perder la perspectiva, ¿hacemos preguntas capcionas al común de la gente o a gente no experta en el área? ¿Qué esperamos que nos respondan?

Una especial situación, peligrosa o no, a la que nos enfrentemos será cuando no se pueda distinguir entre lo que es una máquina y lo que es una persona; en otras palabras, si la máquina logra pasar la famosa prueba de la Inteligencia Artificial. ¿Qué pasará entonces? ¿Será bueno? ¿Será malo? Quizás valga la pena tomar en cuenta la apreciación del padre de “la teoría de las inteligencias múltiples”, quien indicaba que ChatGPT era capaz de sintetizar el conocimiento mejor que la mayoría de los seres humanos. Sorprendente apreciación, pero preocupante a la vez, ya que nos dice mucho del potencial de estas aplicaciones para sobrepasar las habilidades que creíamos eran únicas a la especie humana.

¿Existen muchos más?

Queda claro que ChatGPT se ha posicionado como el símbolo, un baluarte, en el campo de batalla de la IA, pero existen muchas otras herramientas disponibles que ejemplifican los alcances y avances actuales de la IA. Por ejemplo, encontramos dos herramientas notables de la misma organización OpenAI, una es DALL-E, un nuevo sistema que puede crear imágenes y arte en general a partir de descripciones en lenguaje natural; y el otro es Codex, que genera código también a partir de descripciones en lenguaje natural (un paradigma soñado por décadas, seguramente fuente de interés y preocupación para programadores a partir de este momento). “¿No tienes talento, pero quieres ser el nuevo hit musical mundial?, no te preocupes entra a Beatoven y lo lograrás”, podría servir para una publicidad de Beatoven, una herramienta para crear música sin necesidad de ser un músico profesional. “¿Quieres tener algo escrito a tu puro estilo?”, vendría bien como parte de un spot publicitario para Lex Page, un procesador de palabras que imita muy fielmente el tono y estilo del que escribe. Siguiendo con los generadores de contenido, otra herramienta es Jasper, el pionero en contenido generado por IA, con cuya ayuda se puede escribir blogs y otros contenidos. Uno dando de qué hablar y divertir en Internet es Prime Voice AI, de la compañía Eleven Labs, el cual genera fielmente la voz de una persona de quien se haya provisto una muestra de su voz real (más grande la muestra mejor el resultado de la voz generada). Gracias a este último existen varias parodias en YouTube con personajes de cierta fama haciendo declaraciones incoherentes (un peligro si el software cae en manos de personas con no muy buenas intenciones).

Si una sola de estas herramientas de IA es poderosa, imaginémonos la combinación de varias. Un ejemplo de ello es la generación de videos utilizando distintas aplicaciones, una para el diálogo o script, otra para las voces, otra para la música, otras para la escenografía y video, y así, produciendo un video mucho más que aceptable. Para explorar más aún se puede ir al sitio web “Hay un IA para eso” (thereisanaiforthat.com), donde se encuentra un catálogo de aplicaciones de AI para distintas tareas y áreas, al parecer hay, y siguen apareciendo aplicaciones, para todos los gustos.

Entre héroes y villanos

Si bien, desde el punto de vista público de sus creadores, estos sistemas de IA tienen como loable fin servir a la humanidad dirigiéndola hacia un futuro brillante (a la par, claro, de generar jugosos réditos financieros para sus inversionistas), pueden ser utilizados con fines no necesariamente benéficos e inocuos. Considerando lo anterior, ¿tendríamos que limitar sus usos y accesos?, ¿arriesgarnos a que caigan en las manos equivocadas?

Una de las primeras instancias conocidas donde se prohibió el uso de ChatGPT fue cuando muchos centros educacionales y distritos escolares decidieron cortar el acceso a ChatGPT, aduciendo que así los estudiantes no estarían tentados a recurrir a su ayuda en las tareas y los exámenes. Medida efectiva solo dentro los centros educativos o cuando conectados a recursos de estos.

Lo anterior es un problema mínimo, insignificante, hasta irrelevante, si comparamos con lo que las bandas criminales pudieren hacer con la ayuda de las herramientas de IA. El más prominente escenario que viene a la mente es el de los criminales cibernéticos utilizando técnicas de ingeniería social para timar a incautos, pobres o no, pero sí ávidos de fortuna rápida, y quitarles lo poco o mucho de riqueza que tuviesen. Por ejemplo, en una suerte de “cuento del tío” digital, criminales envían mensajes prometiendo una empresa, o un negocio, o la recuperación de una herencia perdida; las llamadas “cartas nigerianas”. Muchas de estas cartas son delatadas con cierta facilidad como fraudulentas por contener faltas ortográficas y gramaticales, presentar dudosas descripciones de las empresas y del negocio propuesto, y también por el tono del exmonarca que quiere recuperar su dinero secuestrado. No será extraño seguir recibiendo este tipo de cartas. Pero, esta vez llevando el sello de IA, la carta contendrá un sobrio texto de acuerdo con la estatura y rango del principal interlocutor que convencerá seguramente hasta el más cauto e incrédulo de los humanos, quien observará, con las manos atadas, cómo sus cofres son vaciados sin misericordia. Si la incauta víctima desconfía y prefiere una conversación verbal, con las herramientas disponibles se podría generar voz con un acento que no levante sospechas, posibilitándose así conversar animadamente con la persona a rescatar y escuchar su dulce voz pidiendo los miles de dólares que necesita para sortear los obstáculos que se oponen al sueño de encontrarse finalmente juntos. Sin sospechar que ni está necesitada ni es persona. Qué decir del futuro, se podrá hasta interactuar por video conferencia utilizando generadores de videos más sofisticados.

Si a lo anterior adicionamos las herramientas de generación de código de software, entonces casi cualquiera podrá ser un criminal cibernético. Por ejemplo, creando programas de infiltración con fines de extorsión. No se requerirá ningún conocimiento de programación, solo las ganas de ser un criminal para, por ejemplo, crear un programa de infiltración con fines de extorsión (lo llamados ransomware). Muchos se están frotando las manos y ensanchando los bolsillos con las nuevas oportunidades ofrecidas por la IA.

No desmayemos, la IA se utiliza y se utilizará para combatir estos malos usos. Pero los criminales también evolucionarán, retroalimentarán sus modelos; y así, al más puro estilo del clásico juego del gato y el ratón, los agentes del bien también mejorarán sus modelos de IA, y así en círculos. Aunque quizás lleguemos a una suerte de espiral, donde cada vuelta nos acerca al centro, lugar en el que, cuando lleguemos, ya no habrá diferencia entre lo criminal y no.

En otro ámbito, ¿qué hay de las organizaciones que trabajan por nuestro “bien”? ¿Qué se puede decir de gobiernos, organizaciones de inteligencia y de espionaje, la rama militar, los agentes del orden y de similar índole? ¿Cómo utilizan y utilizaran las herramientas? Es de esperarse que las organizaciones militares y de inteligencia tengan modelos y herramientas mucho más avanzados. No es descabellado imaginarse a un robot guerrero con capacidades elevadas de IA. Probablemente ya existe, dado los avances, de Boston Dynamics por ejemplo, en cuanto a robótica y claro al actual boom de la IA, un guerrero invencible. Quizás para mejor, las nuevas guerras serían lidiadas entre robots, cada bando con sus modelos, con los humanos expectantes viendo en pantalla el desenlace fatal.

En este punto, es pertinente hacer una pausa y reflexionar. No sería mala idea cambiar de perspectiva y en lugar de preguntarnos, “qué buenos usos” se puede dar a alguna tecnología, hacernos como primera pregunta “qué malos usos” se le puede dar. ¿Será una manera de limitar que las nuevas tecnologías sean usadas con fines malsanos?  Alguno lanzará esta observación: un lápiz es un poderoso instrumento en las manos de un asesino, pero lo es también en las manos de un escritor.

Privacidad y anonimato – o me privo o me mato – el hermano mayor te mira

Ciertamente se puede ver a ChatGPT como un riesgo para la privacidad. Inicialmente daría la impresión de que nuestra privacidad no está en peligro si aceptamos lo que dicen las primeras páginas de ChatGPT. Además, cuando se le pregunta si las interacciones con él son grabadas o almacenadas, ChatGPT responde "...No tengo acceso a ningún almacenamiento o memoria, así que no registro ninguna información relacionada con nuestras interacciones...Aunque, es importante notar que estás interactuando conmigo mediante un plataforma o servicio de terceras personas...que puede recolectar datos de nuestra interacción...buena idea es remitirse a las políticas de privacidad de dichas plataformas...". Así que él no almacena, pero ¿otros sí?, ¿quiénes?, resulta que los mismos creadores de ChatGPT. Remitiéndonos a las políticas de privacidad de OpenAI, pues bueno, son abiertas ("open") y se toman ciertas libertades, como almacenar información privada la cual puede identificar a una persona. Si se toma en cuenta toda la información privada de la que pudo ser alimentado en su fase de entrenamiento y retroalimentación, resulta que tenemos a un ente que sabrá mucho de nuestras vidas. Entonces, a tomar uno de los consejos del mismo ChatGPT que nos sugiere no compartamos información sensitiva en la plataforma.

Existen otros sistemas que quizás tienen más información privada, tales como las aplicaciones de redes sociales. Si, tienen sus cláusulas de privacidad, más o menos privadas. Pero no olvidemos que cualquier interacción con aplicaciones, sobre todo en el Internet, deja una huella, un trazo virtual en el espacio y tiempo. En términos de privacidad y anonimato, estamos en una situación única. Con todas las aplicaciones y equipos electrónicos, sobre todo los denominados “inteligentes”, potencialmente conectados a Internet, y por consiguiente alcanzables por entes agregadores de información, se sabrá qué hacemos, cuándo dormimos, con quiénes interactuamos, y demás; hasta se podría fácilmente predecir nuestros pensamientos y accionar futuro. Este último parece ciencia ficción, pero ya se ve algo de ello.

En países que dicen luchar contra el terrorismo, donde todo vale so proteger a sus ciudadanos, se hace uso de IA para detectar y anular potenciales amenazas terroristas tanto locales como foráneas. De los millones de datos recolectados fruto de interceptación de comunicaciones por internet, llamadas, presencia en redes sociales, etc., el aparato de inteligencia analiza patrones de conducta, explora focos de radicalización de ideas extremistas, y demás, con el fin de identificar a los potenciales peligros. Ya identificados y ubicados, con todos los sistemas de vigilancia que existen, resultará quizás ya imposible ocultarse. Y quién sabe que se use IA para contactarse con ellos, y mediante conversaciones “realistas” se pueda descubrir sus planes, y así prevenir nuevos ataques. Bueno, el mismo mecanismo se puede utilizar con cualquier argumento para identificar personas de “interés” no necesariamente en el ramo del accionar terrorista. Una disyuntiva en el camino, tener privacidad y estar a merced de los malos actores, o rescindir de ella y estar protegido de los peligros.

Podemos ilustrar todo esto con una historia ficticia. Digamos que cierto criminal se hizo, de alguna manera, con todo el dinero destinado para el bono Juancito Pinto de este año, un monto nada despreciable. No sería difícil que uno de estos sistemas, o el sistema, si es que ya somos dominados por uno, a inquisición nuestra, nos indique quien sería el autor del hecho. Dados los poderes deductivos, inductivos, etc., provisto de una lista de personajes que hicieron una búsqueda en Internet de frases como “bono Juancito Pinto”, “ocultar botín” y similares, triangulando todo eso con lo que se hubo posteado en Twitter y Facebook, junto con el perfil que el sistema generó del atacante dado su modus operandi, perfil que incluye hasta una foto de cómo se vería en la realidad, más videos de seguridad, y alguna foto tomada por el celular de alguien cerca de la zona y hora del crimen, el sistema podrá determinar e identificar al posible perpetrador. Una vez identificado el potencial amante de lo ajeno, será fácil hacerle un análisis más exhaustivo, confirmando que sí sería el indicado. El sistema luego deducirá, si es que ya no lo sabe directamente, que, de acuerdo con su comportamiento y relaciones personales, en el mundo civil y en especial en el del hampa, su escondrijo. Ubicación que sería confirmada por un dron que pasaba casualmente por allí. En este punto, dejará todo en manos de su contraparte humana, para que ejecute finalmente el arresto de Juancito Pinto, ladrón aún no confeso, del bono que lleva su mismo nombre.

No queda duda, la democratización de la IA aparte de posibilitar su uso para beneficio propio abrirá conciencia de los riesgos que se puedan tener al interactuar o depender de estas plataformas, y los efectos si solo unos pocos tienen el dominio de estas tecnologías. Por lo tanto, educar a todos en estas nuevas artes es tan necesario como aprender a leer y escribir. Así, evitaremos que estas tecnologías estén en manos de pocos, cuyos objetivos e intereses quizás lleven las marcas del dominio y de la subyugación.

¿Profesiones en peligro?

¿Cuáles serían las ramas más afectadas por esta nueva ola? ¿Qué profesiones estarían en riesgo? ¿Todas? ¿Algunas más que otras? Entre todo el océano de posibilidades, y orientados al medio boliviano, dos ramas profesionales específicas se vienen a la mente rápidamente, abogacía y medicina.

Por ejemplo, teniendo todo el código penal y casos resueltos, muy fácilmente una aplicación de IA podría generar los puntos para la defensa así también como para la parte acusadora. Quizás veríamos un juicio con dos agentes de IA enzarzados en una lucha cibernética donde se juega la libertad del acusado. Quién sabe que también se pueda utilizar IA para la generación de nuevas leyes. Podría verse como una manera de repartir justicia quizás más imparcial y justa que la humana.

Referente al mundo de la medicina, en especial el diagnóstico médico, este ha sido de interés para la IA desde sus inicios y múltiples sistemas se han diseñado y usado, y se sigue haciéndolo. Viendo los últimos avances en IA, se podría tener, por ejemplo, un sistema interactivo que podría ser más preciso que el doctor gruñón quien no acepta ninguna pregunta ni sugerencia porque cree saberlo todo. Además, su aplicación en poblaciones remotas donde no hay acceso a cuidado médico, sería el ámbito ideal, y quizás natural, de desenvolvimiento de estos sistemas.

A su vez, editores de programas televisivos y creadores de películas documentales, pueden utilizar IA para seleccionar las tomas que expresen mejor el mensaje que quieren brindar. Canales de televisión, algunos ya los tienen, pueden tener presentadores virtuales que leen las últimas noticas sin equivocación. También periódicos ya utilizan IA para escribir reportes. Así podemos extendernos por otras ramas, sin mucho esfuerzo.

En fin, donde se utilice informática, o donde exista un aparato digital, podrá aplicarse alguna IA, y esto significa que prácticamente todo aspecto de la vida humana se verá afectado por esta revolución. Hay razones para temer, pero habría que ver estas herramientas como un apoyo al humano y no su reemplazo, si es que se puede.

Dilema de los idiomas

Siendo el inglés el idioma predominante en el desarrollo y entrenamiento de estas aplicaciones de IA, resulta natural preguntarse, ¿qué tan bien se desempeñan estas tecnologías en el idioma español?, ¿qué tan bien generan el contenido prometido? ¿qué tan intuitiva es la interacción? Intentando responder a estas y otras interrogantes, se recurrió a ChatGPT. Haciéndole las mismas preguntas tanto en inglés como en español (salvando algunas sutilezas en la traducción de las preguntas). Los resultados mostraron que las respuestas de ChatGPT fueron mucho más completas en el idioma de Shakespeare que en el de Cervantes. A la pregunta de, ¿por qué esta diferencia? El mismo ChatGPT, sacando a relucir su preprogramada (o innata) cordialidad, respondía que dicha diferencia radicaba principalmente en que fue entrenado “…en una cantidad significativamente mayor de texto en inglés que en español…” y que “…hay más recursos disponibles en línea en inglés, incluyendo artículos, libros, y sitios web…”. Nada para sorprenderse, la cruda realidad es que existe poca disponibilidad de artículos en idioma español comparados con otros idiomas, en especial el inglés. Una desventaja, pero oportunidad a la vez, siendo una invitación a publicar más contenido en el idioma español. Alguien perspicaz observará rápidamente que una manera de cerrar esta brecha es utilizando herramientas de IA para traducir el contenido en inglés al español (y viceversa) y asunto arreglado. Y como tal, durante la conferencia económica de Davos cuando se discutía cómo la IA ayudaría a los más necesitados, Satya Nadella, presidente de Microsoft, puso el ejemplo, un tanto cándido, de un granjero en la India que por medio de IA pudo conectarse con programas del Gobierno aún sin saber el lenguaje en el que estos estaban disponibles. La India, con sus más de 200 dialectos, es el terreno ideal para explorar la traducción automática e instantánea, especialmente cuando se tiene que los diez idiomas más populares tienen, cada uno, más de 34 millones de parlantes. En Bolivia, lo menos para hacer es poner énfasis en los tres idiomas dominantes, español, quechua y aimara, y no solamente publicar artículos en esos lenguajes, sino a la par entrenar a entes de IA, propios y ajenos, en nuestras artes. Como es costumbre, varios se opondrán a compartir nuestros conocimientos autóctonos, ya sea por simple oposición o por temor a terminar siendo dominados por las máquinas.

Bolivia en esta revolución

Bolivia, como país, no debe quedarse indiferente ante esta ola de innovaciones tecnológicas. Algo para explorar es si debiera ser política de Estado abrazar esta  revolución, dejar de ser analfabetos digitales. No se trata de que todos seamos expertos chateadores, youtuberos, o influenciadores, que bueno son ocupaciones que tienen su mérito, sino conocer y saber utilizar las distintas tecnologías informáticas y afines para aplicarlas en la vida diaria para bien de uno y de todos. Además, estos conocimientos, evitarían que extraños o propios nos tomen el pelo como siempre. La cibernética, robótica, junto a los avances en informática debieran ser prioritarios. No se trata de que todos sean especialistas en estas áreas, sino que tengamos algo de conocimientos en ellas. Idealmente se debe lograr una masa crítica de expertos en estos temas que puedan aplicar sus conocimientos en los vastos problemas que tenemos los bolivianos.

Una manera de ver esta utopía es imaginarse una comunidad alejada en Bolivia; por ejemplo, una de esas tantas que se encuentran entre el Salar de Uyuni y Laguna Colorada. Tomemos una de esas, donde tienen actualmente células fotovoltaicas en algún hostal/casa. Qué maravilla sería que no solo ese lugar tenga células, sino todas las casas, y también energía eólica y termal, con almacenamiento de energía en baterías hechas en Bolivia, vehículos a electricidad para movilizarse entre poblaciones, aparatos que ayuden en la siembra y cosecha, con ayuda de los expertos mecatrónicos del pueblo (al estilo del herrero de otrora), quienes utilicen distintas herramientas incluyendo las de Inteligencia Artificial, para guiar a los campesinos en sus cosechas y cuidado de animales,  optimizando recursos, viviendo una vida plena sin tener que cambiar sus tradiciones ni migrar a la ciudad. Sin tener que invertir demasiado en infraestructura, cada población convertirla en un oasis tecnológico.

Esta revolución no vendrá sola, sino que otras áreas deben desarrollarse junto con ella. Una de las principales, obviamente es el de las energías, con foco principal en las energías renovables y quizás hasta las basadas en hidrógeno, y posiblemente las nucleares (con lo que parece ser la llegada de centrales nucleares portables más seguras). Las entidades educativas, universidades y colegios, tendrían un rol importante en todo esto. El aparato militar y gubernamental fácilmente puede convertirse en punta de lanza en este ataque. En fin, ¿hora de un manifiesto digital/tecnológico para Bolivia?

Ciertamente el futuro es incierto

¿Qué sorpresas nos depara la Inteligencia Artificial en el futuro? Si alimentamos a una de estas aplicaciones inteligentes con toda la obra de Mozart, pero incluyendo solamente la versión inconclusa de su última obra, Réquiem, y le pedimos que la complete, ¿será posible que la humanidad logre deleitarse con las notas celestiales de un Réquiem tal y como lo hubiera escrito Mozart?

¿Se llegará a tener agentes de IA personales? Serían nuestros representantes y los podríamos lanzar por el mundo cibernético a interactuar con otros agentes y volver con un botín adecuado a nuestras necesidades. Quién sabe que al final simplemente interactuemos con el agente, y veamos las aventuras que tuviere en nombre nuestro.

¿Cómo afectarán nuestras relaciones interpersonales? Podremos tener un software IA que nos diga las buenas o malas intenciones de la potencial pareja o socio a partir de su presencia física y digital (ya existen varias aplicaciones con este fin). O simplemente olvidaremos a los humanos e interactuaremos con entes de IA que nos lleven por los caminos que queramos sin chistar.

¿Se resolverán las grandes interrogantes de la teoría de la computación? El que encuentre algoritmos óptimos para los problemas más complejos, o encuentra solución para los que no hay, se adelantará al resto del mundo en varias órdenes de magnitud. ¿Qué pasará cuando un ente de IA tome ventaja de la computación cuántica? Sus capacidades computacionales se dispararán, y harán palidecer a los seres más inteligentes del universo (si es que los hay).

¿Seremos todos beneficiados? ¿dejaremos de explotarnos unos a otros? Al parecer estas son preguntas que ya están recibiendo algo de respuesta. Recientemente la empresa OpenAI, anunció su servicio especial pagado “ChatGPT Plus”, disponible solo para los que puedan pagarlo. Al parecer los fines no eran tan altruistas. ¿Habrá entonces diferencia entre los que tienen y los que no? ¿La brecha tecnológica se abrirá más y más?

¿Llegarán las máquinas a tener sentimientos y emociones humanos? Bueno, vimos una pequeña muestra de eso, cuando se logró que ChatGPT diera respuestas con cierto contenido sentimental, algo que asusta realmente. ¿Crearán conexión con los humanos?

Yendo mucho más allá, ¿será posible que estos entes creen su propia corriente filosófica y den respuesta a las grandes interrogantes que aquejan a la humanidad por milenios? O será esto mucha intromisión y, a la par, tendremos que preguntarnos, ¿cuáles son los límites que tenemos y tendremos que poner a los mismos? O, quizás ni tengamos la oportunidad de hacernos esta última pregunta, ya que para entonces ellos ya habrán definido nuestros límites.

Existen muchas interrogantes para el futuro, y en el presente aún existe mucho que discutir y evaluar desde el punto de vista del uso de la IA, temas como la desinformación rampante (y sonante), asuntos de protección y acceso seguro a información, derechos de autor, el costo humano de desarrollar estas aplicaciones, y así muchísimas cuestiones más. De todas maneras, máquinas o no, estamos aún sujetos a las leyes de la física, a las conocidas y a las desconocidas. Si dependemos mucho de las máquinas, y repentinamente se viene una fulgurante tormenta solar friendo todos los circuitos, ¿nos encontraríamos en una segunda edad de piedra, nuevamente en los albores de la humanidad? Quizás ni ya estemos en esta tierra, con tanto conflicto al que somos afectos.

Epílogo

Son varios los aspectos filosóficos, éticos, morales, desde lo más abstracto hasta lo más concreto, que están en juego, pero en términos prácticos y de supervivencia, como país Bolivia y como ciudadanos, nos toca, no subirnos al tren, sino al avión hipersónico de esta revolución tecnológica, adaptarla y utilizarla para solucionar problemas que nos aquejan, sin perder nuestra humanidad ni capacidad de seres pensantes. No es necesario deshacernos de nuestra identidad ni de nuestras costumbres, podemos seguir siendo un país rico en tradiciones, folclore, y demás, pero a la vez podemos tener un manejo experto en estas tecnologías, de tal manera de lograr una vida con mejor calidad y con más sentido. ¿Qué sentido?, preguntarán muchos; si no tenemos la respuesta, quizás en un futuro no muy lejano podamos preguntar a uno de estos entes de IA y recibir la tan ansiada, y quizás trágica, respuesta al sentido de nuestra existencia.

“- ¿Cree que HAL tiene verdaderas emociones?

- Bueno, se comporta como si las tuviera. Está programado de esa manera para hacernos más fácil la conversación con él. De si tiene sentimientos reales o no, es algo que no creo que nadie pueda responder verdaderamente.”

2001: Una odisea en el espacio

 

Gonzalo Argote García

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