Estos días son aciagos por los inéditos esfuerzos que se hacen en el mundo, para conservar la salud de los grupos humanos, en sus interacciones y relacionamiento cotidiano. De pronto la famosa globalización muestra una de sus fases negativas al poner en evidencia la relatividad de las fronteras y la vulnerabilidad de las personas sin considerar su condición social y económica, haciendo énfasis más bien en su condición cosmopolita.

Actualmente, con mucha habilidad se suele “repartir equitativamente” a todos, sin excepción, la responsabilidad y solución de los problemas sociales. 

Por ejemplo, se pregona “la seguridad es trabajo de todos”, “el cuidado del medioambiente es tarea de todos”, “los tales derechos son responsabilidad social”, “la educación es una responsabilidad compartida”, etc.

Dando a entender o confundiendo más bien, que todos tenemos los mismos roles y las mismas responsabilidades, algo que no es cierto. 

Uno de los roles importantes y diferenciados es el que les corresponde a las autoridades de todo conglomerado social organizado. 

Coloquialmente hablando, en un barco no todos deben ser capitanes y tampoco todos deben ser simples marineros. Debe haber una obvia organización en función del bien común, en correspondencia de las necesidades a satisfacer y los conocimientos requeridos para tal fin.

La creación de las condiciones para la higiene pública, en primera instancia, es responsabilidad de las autoridades.