Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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¿Es mejor comprar que producir?

¿Es mejor comprar que producir?

Sin olvidarse de la realidad económica en que vivimos ni del rol que nos asigna la globalidad de la economía de mercado a los “pequeños” países latinoamericanos. En estos tiempos de pandemia mundial, como nunca antes se han cimbrado los paradigmas neoliberales. Uno de sus efectos ha sido la visibilización no controlada de algunas de las miserias del sistema económico predominante o por lo menos no se han podido disimular simultáneamente todas, en estos inicios de la debacle sanitaria.

Es pasmosa e incisiva a la dignidad humana la súbita “parálisis” de la logística de bioseguridad requerida, en sus más elementales componentes, decimos denigrante porque ni con “dinero en mano” nos atienden los proveedores externos. Algunos, dirán que es una cuestión de oferta y demanda, sí, sin duda, pero pone al descubierto las verdaderas prioridades en función del poder hegemónico y la banalidad del eslogan de las “naciones unidas”.

Llegado el momento, no es suficiente tener dinero, en el excepcional caso de tenerlo, porque es peor aún, no tenerlo y esperar moviendo la cola que caigan las migas que les sobran de la mesa de los que usufrutuan el planeta. Lo más lamentable, no es que no solo tenemos que comprar mercancías, sino ideas. Hace mucho tiempo, que no tenemos en stock “liderazgo” con libreto propio. Nos han mal acostumbrado al trabajo fácil, nos han envilecido nuestra autoestima social, al poner anticipadamente a nuestra disposición, los resultados del trabajo que aspirábamos a realizar. ¡Qué cómodo es que hasta nos lo piensen por nosotros mismos!

Otra vez, dirán que es cuestión de costo – beneficio, sí, otra vez tienen toda la razón. Pero, las variables para medir esos costos y beneficios son incompletas. No a todos los costos y beneficios se los pueden monetizar, es decir, tasarlos en bolsa. Por ejemplo, la dignidad humana, el acceso a una vida plena, a la reciprocidad con la naturaleza, al derecho de no ser cotizable, etc.

La vulnerabilidad de nuestra condición sanitaria, obliga a reflexionar acerca del sopor intelectual en que estamos inmersos, manifiesta en la resignación de comprar o que nos regalen las soluciones, dada nuestra incapacidad de participar en la producción de las mismas.

GERMÁN C. TÓRREZ MOLINA

Economista 

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