Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 18 de abril de 2024
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Conciencia de lugar

Conciencia de lugar

Todo territorio está conformado por lugares, lugares que, según la escala considerada, pueden ser los nueve departamentos que tiene nuestro país, las cinco regiones que conforman el departamento de Cochabamba (Andina, Valles, Metropolitana, Cono Sur y Trópico) o los 47 municipios existentes en el departamento, los 15 distritos en que se subdivide en municipio de Cochabamba o las seis comunas o subalcaldías que la conforman (Adela Zamudio, Alejo Calatayud, Itocta, Molle, Tunari y Valle Hermoso), y finalmente en el variado número de Organizaciones Territoriales de Base (OTB) en que se divide cada Distrito.

Esta subdivisión técnica del territorio, asumida legalmente para fines de inversión y de gestión pública, tiene una tendencia a aumentar, es decir, a seguir subdividiéndose en más distritos y en más OTB, como reacción de intereses de grupos vecinales y de personajes disconformes con la atención recibida de parte de las autoridades o con las formas de organización territorial de las diferentes zonas. Son maneras de buscar protagonismo y acceso directo a recursos económicos a nombre de solucionar sus necesidades urbanas (asfaltado de calles, arreglo de espacios verdes, dotación de parque en espacios públicos, canchas deportivas y una que otra obra comunal local).

Este afán de conseguir recursos por cuenta propia para atender necesidades específicas de uso colectivo, conlleva un resultado perverso: el de fragmentar a las organizaciones sociales y tradicionales de base y dejarlas con reducidas cantidades de dinero, insuficientes para atender lo que pretendían, puesto que por ley corresponde el uso y asignación de recursos económicos de acuerdo a la cantidad de personas domiciliadas en cada OTB. Entonces, la fórmula es sencilla, las cantidades de dinero provenientes del Estado y de cada municipio se asignan en montos cada vez más reducidos a las OTB, impidiéndoles encarar obras importantes por cuenta propia, al margen de permitirles tener diferenciadas prioridades. Lo peor de todo son las fracturas de identidad territorial que experimentan los y las vecinas, fracturas que redundan en la pérdida de conciencia de lugar. Es decir, la gente en general y las nuevas generaciones en particular, ya no se identifican con “su barrio” y dejan de “cuidar” los lugares donde habitan. Se enajenan, se vuelven apáticos a los problemas que les afectan, porque han dejado de relacionar su existencia con el territorio que habitan. Han perdido su conciencia de lugar.

CIUDAD SUSTENTABLE

GERMÁN C. TÓRREZ MOLINA

Economista

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