Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 17:03

El maíz es mi raíz... soberanía de mi país

El maíz es mi raíz... soberanía de mi país
“Tarpurikusun Sarata,
Wiñapuman tukuchisun
Kulli aqhata ruwakusun
Sumaj Ch´allaykusun
Sumaj Tusuykusun

Ima Sarata munanki
Yuraj Sarata munayku
Q´ellu Saraypis tiyapuan
Ch´uspillu munayku.”


“Sembraremos Maíz
lo convertiremos en wiñapu
Chicha morada nos haremos
Bien festejaremos – agradeceremos
Bien Bailaremos.

¿Qué Maíz quieres?
Maíz blanco queremos
Maíz amarillo también tengo
Maíz Ch´uspillo queremos”

“Tarpurikusun Sarata” nos cantaba doña Luzmila Carpio otrora embajadora de nuestro país en Francia, denotando claramente que los cantos, los sonidos y sonoridades elevan nuestros ajayus hacia la comprensión y representación de las cualidades de nuestros territorios; sus potencialidades, sus transformaciones, sus fertilidades productivas, sus relaciones socio - ecológicas y principalmente sus diversidades identitarias y significantes. En esta canción se ofrece una “celebración – agradecimiento” a la Tierra -nuestra Pacha, nuestra Mama- a su bondadosa fertilidad y diversidad, es un canto de amor envuelto en la dulzura del quechua (nuestra lengua nativa) por el alimento que nos proporciona y un cuasi alardeo de la diversidad de sus productos, como el maíz. Es en definitiva el canto, las artes, la cultura, por las que se manifiesta el territorio generando elementos identitarios que lo definen y lo determinan, que lo hacen único y diferente y le dan un valor simbólico representativo en sí.
Si hay algo que caracteriza con fuerza identitaria a nuestros territorios, es la diversidad productiva de nuestros alimentos y sus cualidades ancestrales conservadas por milenios y transmitidas de generación en generación a través de procesos culturales dinámicos y manejo respetuoso del territorio en una relación armoniosa, complementaria y reciproca, entre sociedad y naturaleza. Es así que nuestros territorios–naciones que ratifican la consecuencia de un Estado Plurinacional y el reconocimiento de nuestras 32 naciones indígenas originarias- se han ido transformando, produciendo, pero también conservando identidades en relación a sus quehaceres productivos, permitiéndonos a sus habitantes disfrutar de los más exquisitos alimentos, variedad y diversidad de sabores, olores, texturas con altos niveles nutritivos muy envidiados y codiciados en diferentes lares del mundo.
Bolivia cuenta con alimentos milenarios como el maíz, la papa y la quinua, propios de nuestros territorios; 3.000 ecotipos de quinua dentro las variedades de quinua real (18 ecotipos), quinua blanca, quinua negra y roja.  Ocho especies de papa nativa y treinta especies silvestres dentro las cuales se determinan 700 variedades diferentes de estos exquisitos tubérculos, parte fundamental de nuestra alimentación diaria; papa Luk´is, Ajahuiris, Imillas, P´alas, P´alis, Qoyllus, K´atis y Runas, por mencionar algunas variedades que se producen en toda la diversidad de nuestros territorios.
Escribir sobre nuestro maíz es sin duda un orgullo de esos que te causan sensaciones indescriptibles, cuasi chauvinistas muy propias de nuestros quehaceres sociales -bien bolivianos- y es que somos parte de un debate mundial que nos identifica junto a México como los territorios originarios de este magnífico alimento. Estudios arqueológicos determinan su presencia hace 5.000 años en territorio mexicano y 8.500 años en territorio sudamericano. La sociedad de arqueología boliviana cuenta con estudios que determinan la presencia del maíz hace más de 3.000 años en los andes (de manera domesticada) y 7.000 años en la amazonia (especies silvestres), de hecho, se han encontrado vestigios de su presencia en Tiahuanaco y otras culturas anteriores a los Incas, principalmente como parte de sus actos ceremoniales, ya sea como comestible o en su calidad de bebida: la tan valorada Chicha.
Son 77 razas de maíz identificadas en nuestro país, la mayor diversidad de razas a nivel mundial; Chajra Sara, Yuraj Sara, Yuraj Chujrillo, Waltaku, Yuraj Muruchi, Jatun Muruchi, Chakanku, Moqu Muruchi, Q´illu aperlado, Q´illu Sara, Piricu, Pachiku, Qharqana Pachiku, Jank´a Sara, Puruta Sara, Killu Sara, Jatun Willkaparu, Juch´uy Willkaparu, Jusku Sara, Wayruru Sara, Waka Sunqu, Chullpi, por nombrar algunas, sin el ánimo de entrar en una catalogación, todas razas nativas y ancestrales, lo que en definitiva comprende un patrimonio genético – cultural de nuestro Estado Plurinacional.
Papa, quinua y maíz, alimentos milenarios en cuanto patrimonio genético-cultural per se, necesitan con urgencia formalizar esa condición y reconocimiento de manera tácita y legal, a partir de una declaratoria patrimonial nacional en el marco de los principios de soberanía de nuestro Estado Plurinacional. Muchos se preguntarán ¿por qué esta declaratoria? La respuesta es fundamental; las prácticas (ya en operación con soya) y los intentos de aprobación del uso de Organismos Genéticamente Modificados (transgénicos para mejor comprensión) propuestos para la implementación de la “Agroindustria” que ahora sugieren una ampliación hacia el maíz, caña de azúcar, algodón y trigo; están atentando de manera directa contra la integridad de nuestros territorios; contra nuestra “Soberanía Alimentaria”, contra una nutrición sana, contra las capacidades ecológicas y reservas naturales de nuestros territorios, devastando prácticas milenarias de conservación y manejo productivo de la tierra, pretendiendo enterrar bajo la lógica del monocultivo tecnificado el principio relacional armónico con la “Pachamama”, contaminando y finalmente devastando nuestras semillas milenarias.
El solo hecho de pensar en no poder disfrutar más de la variedad de nuestros alimentos, de la exuberante diversidad de sabores, olores, colores y texturas, de poder disfrutar de mi choclito valluno, de mi mote wilkaparu, de mi chichita K´ulli, de la pat´asqa, de mis papas imillas, q´oyllus y runas, de la exuberante quinua real y sus variedades; eso sin mencionar su gran aporte nutricional y su significación cultural que definitivamente nos engrandece como bolivianos, me causa desazón!
No señores, no me puedo resignar, no me puedo imaginar mi país sin soberanía, sin identidad, sin ajayu…y es que (de manera simbólica y representativa de nuestros alimentos milenarios) me uno a mis compatriotas del mundo, luchadoras y luchadores del Abya Yala que exaltan con firmeza… ¡El Maíz es nuestra raíz…soberanía de un país!

GERMÁN PARRILLA ZURITA
Arquitecto y miembro del Taller Colectivo ReHABITAR
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