Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 18:44

El virus se queda

El virus se queda

Los números que nos deja la pandemia continúan avanzando, sobre todo en América Latina y África, siendo ya mucho más contenidos en Asia y Europa. Relajar en estos momentos las medidas de seguridad y las alertas sanitarias sería toda una irresponsabilidad que puede tener consecuencias muy graves.

Según los expertos de la Organización Mundial de la Salud  (OMS), se esperan rebrotes de la COVID-19 para octubre-noviembre, aunque puede darse la situación de que la propagación del virus no cese debido al inicio de la misma en distintos continentes. Es decir, mientras que Asia atajó la crisis desde mediados de enero, Europa lo hizo a mediados de marzo y América lo hizo a partir de mediados de abril, junto con África.

Estos distintos momentos de la afectación global se traducirán también en una desescalada asimétrica a nivel mundial y allá donde aparecieron más tarde puede reavivar los contagios en otros puntos de la geografía mundial, entrando en un bucle de rebrotes que provoque que no haya un periodo de descanso hasta el reinicio del próximo invierno. Hay que tener en cuenta que América Latina entra ahora en su época de frío, lo que puede recrudecer la expansión vírica.

De cualquier forma, lo que parece claro es que el virus se queda con nosotros, con sus distintas mutaciones, y que hasta que no se cuente con una vacuna eficaz y suministrada universalmente, las únicas medidas para evitar los contagios pasan por la responsabilidad personal y la gestión de la pandemia sanitaria por los distintos gobiernos.

Mientras tanto, la economía mundial se resiente y comienzan a cuantificarse las pérdidas en torno al 9% del Producto Mundial, con millones de personas incorporadas al desempleo, la congelación de la economía informal y el cierre de centenares de miles de pequeñas y medianas empresas. Sin duda, todo un reto para replantearnos nuestro diseño económico capitalista y poder reformular los actuales sistemas de la economía globalizada, tendiendo hacia una economía circular que tenga en cuenta las apariciones de posibles pandemias futuras, al tiempo que asuma que lo primero deben ser las personas y no los beneficios. Todo un reto de cambio de paradigma que no estoy seguro hayan captado los gurús de la economía ni los gobernantes actuales que basan toda su aplicación de políticas en el crecimiento anual.

Así que el virus ha venido para quedarse, también, en las planificaciones económicas y retos gubernamentales, donde la priorización de los sistemas de salud deben cobrar un papel protagónico en la aplicación de políticas públicas.

Podríamos afirmar que la COVID-19 nos ha cambiado o nos va a cambiar la vida tal y como la entendíamos hasta ahora. Y ello puede ser asumido como un mal inevitable o como una oportunidad para replantearnos muchos temas relacionados con los sistemas de producción, el consumo, el medio ambiente y el cambio climático. Dejar pasar esta oportunidad no dirá mucho de nuestra inteligencia colectiva. No se trata de nuestra capacidad de resiliencia para adaptarnos a los efectos de la crisis, sino de aprovechar para una transformación radical que nos sitúe más cerca del vivir bien.

Entrando en la página solicitada Saltar publicidad