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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Las ofertas electorales

Las ofertas electorales

La sensación de vacío de poder precede a nuestras elecciones del 18 de octubre y aquello aumenta la discursiva sobre planes y proyectos para administrar el Estado a nombre de las y los bolivianos, habida cuenta de la dura crisis que atravesamos.

Los ambiciosos programas que se imponen recogen las desigualdades no resueltas, necesidades postergadas, distancias nacional y regionales y, por sobre todo, acciones ligadas a los indicadores económicos positivos (macro y micro), políticas públicas orientadas a los sectores sociales, económicos y productivos, todo esto coronado en la innegable explotación del candidato. Las ofertas, se espera que terminen por reconstituir el estado de derecho, la institucionalidad democrática y la independencia de poderes.

La instalación de los cambios necesarios y la aplicación de la agenda ofertada en el programa de gobierno por la fuerza ganadora, va a exigir capacidad técnica, voluntad social y desprendimiento político; capacidad para enfrentar los problemas, voluntad para la concertación, enfrentando el sectarismo con pluralismo y autoridad democrática, y desprendimiento para entender la política como actividad al servicio “de” todos y no “para” unos cuantos; en suma una nueva forma de hacer política con renovada generación de eficiencia y transparencia administrativa con sensibilidad social.

Hace mucho escuche: “la economía no se reactiva con discursos ni protestas, sino con trabajo y propuestas” y aquello esperamos, un plan amplio y provocativo, generoso y optimista, a la vez que cauteloso y fuerte. Es urgente un periodo de tregua y paz social que permita aplicar una agenda de austeridad fiscal, de redistribución de los recursos, de construcción de puentes de acción pública y de un fuerte respaldo político que acelere los procesos de gestión.

Nuestra sociedad pareciera que no puede ayudar a los muchos que son pobres, como tampoco salvar a los pocos que son ricos. Los instrumentos en la lucha contra la crisis económica deben convertir el sistema político en una democracia de políticas sociales con diseño cupular, pero de apertura popular. Municipios, con ingresos que dupliquen sus recursos y sus inversiones; salud con infraestructura, con recursos humanos suficientes y un seguro universal de calidad; educación con avances en la tecnología e informática, sin analfabetismo digital y sin brechas tecnológicas.

Es de esperar que la nueva forma de ver las cosas permita encontrar la manera de resolver los problemas sociales y de pobreza, donde será posible atender las demandas y evitar enfrentamientos, pero que a la vez sea un gobierno que demuestre energía que nunca tenga miedo a negociar, pero que no lo haga bajo miedo o presión.

La más pretensiosa agenda se debe centrar contra la corrupción, descomposición en la nación que envenena el alma, mina la moral, deprime al pueblo y genera bronca, sostenida bajo la máxima de que podemos tolerar que metan la pata, pero que no toleraremos que metan mano en la plata.

Estas y otras estimulan el voto de confianza para el mandato, la agenda puede ser larga, pero las alternativas de solución pueden ser cortas. Debemos acostumbrarnos a votar por un programa de gobierno y no por el candidato, pero todavía estamos lejos de aquello.


FERNANDO BERRÍOS

Politólogo

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