Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El gobierno y la pandemia

El gobierno y la pandemia

Los opuestos resultados conseguidos sobre la pandemia son atribuibles a la relativa capacidad institucional del país y del gobierno. Este problema ha generado tanta información y no es sencillo enumerar acciones sobre las políticas adoptadas para controlar o reducir sus consecuencias. La pandemia no termina y las diferentes olas muestran que los éxitos de algunos países resultan efímeros cuando una nueva cepa obliga a nuevos confinamientos y cierre de fronteras. 

Los pros y contras atribuibles a muchos factores socavan cualquier resultado y mucho más si la acción estatal, en nuestro país, ha reducido su estrategia solo a vacunar, cuando para comenzar el propio Vicepresidente se resiste a ser vacunado, Choquehuanca no debe ser parte de la política sanitaria del gobierno.

Ya han transcurrido dos años desde que comenzó la pandemia y la crisis global que originó, complicó la capacidad de gestión de los gobiernos de todo el mundo, como también desnudó nuestra total carencia de una política en materia sanitaria y que el dinero dilapidado en canchitas pudo ser mejor utilizado. Luego del aislamiento poblacional, cierre de actividades y campañas de vacunación, no existe nada más urgente que reactivar la economía para compensar los efectos negativos producidos por el cese de actividades. La estrategia del gobierno nunca estuvo dirigida a contener la propagación de la enfermedad, atender y rehabilitar a los enfermos, minimizar el número de víctimas fatales y reducir los efectos de la contracción de la economía. La intervención estatal en el salvataje de empresas cerradas y trabajadores sin ingresos fue y es inexistente. La campaña de comunicación y difusión se reduce a propiciar la vacunación como única fuente de salvación. El grado de aislamiento y confinamiento de la población que propició el retroceso del aparato productor, sigue siendo afectado por el sucesivo oleaje, rebrote y nuevas cepas del coronavirus. El rastreo de posibles infectados, el número de exámenes realizados, el índice de letalidad y el ritmo de vacunación solo sirven para las estadísticas y propaganda gubernamental.

Si bien en todas partes la crisis sanitaria exigió desviar recursos presupuestarios para atender los costos directos e indirectos de la misma, en nuestro país estuvo condicionada al nivel y distribución del ingreso, a las reservas de divisas, al tamaño del déficit fiscal, a los índices de desempleo y al trabajo informal, como todos estos están lastimados, no se pueden esperar buenos resultados. Habrá que sumar las deficiencias en infraestructura y la capacidad logística reducida por falta de personal capacitado. 

En esta suerte de “qué más nos toca vivir”, mucho habrá que especular sobre las opciones que nos quedan por afrontar, especialmente sobre las serias consecuencias económicas negativas de inmovilizar la actividad productiva, el debate sobre la vuelta a clases presenciales, especialmente para recuperar el nivel de aprendizaje estudiantil y exigir principalmente una actitud más responsable de algunos líderes para que olviden comportamientos completamente demagógicos, dobles discursos en la lucha contra el virus. Si existe una visión compartida, una misión de una voluntad colectiva para lograr un objetivo común en esta guerra contra la pandemia, no es posible una marcha y una concentración solo para sobarle el ego a Evo. No es posible actos populares del alcalde paceño, como no es posible que Manfred obligue a los vecinos asistir a una inauguración de obras de la nueva terminal, realizar el día del peatón, multitudinario encendido de las luces navideñas, un desfile navideño por céntricas calles del municipio, es un contrasentido, mientras tanto se ha iniciado la segunda ola de persecución política. 

TIBURÓN

FERNANDO BERRÍOS

Politólogo

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