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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Sigue siendo pseudociencia

Sigue siendo pseudociencia
"Los pequeños son las víctimas de una enorme cantidad de tonterías y de falsedades", concluyó Edzart Ernst, de la Universidad de Exeter, sobre un estudio llevado a cabo en Australia sobre el uso de la medicina alternativa en niños. El estudio publicado en Archives of Disease in Childhood (2010) mostró que los medicamentos alternativos, frecuentemente percibidos como “más naturales”, no solo causan una mayor incidencia de ciertas enfermedades, sino también la muerte de niños.
La asociación Médica Británica añadió que los remedios homeopáticos aplicados a niños y adultos incrementan el rechazo de remedios convencionales y su administración es un acto pseudocientífico que atenta contra la salud pública. Como es usual, la posición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es también ambigua en lo que respecta a la medicina tradicional. En un informe del 2019, reporta que la Región de las Américas ha avanzado en la regulación de esta medicina y que en un futuro próximo será vista como “un contribuyente valioso en el cuidado de la salud”. ¿Dónde reside la ambigüedad? En que son científicos los que aseveran esto.
En Bolivia, los últimos 14 años de gobierno han significado un retroceso en temas de salud y la creación de un Viceministerio de Medicina Tradicional e Interculturalidad ha sido una daga pseudocientífica más en el débil pecho de la medicina nacional. Ahora, también se tiene que batallar contra la subjetividad de un sistema de creencias y tradiciones.
En un reciente editorial de la revista Ecología en Bolivia, Carla Maldonado y colaboradores dicen que varias plantas utilizadas en medicina alternativa se expenden bajo nombres falsos o mal aplicados y que el consumidor se arriesga con productos desconocidos que podrían ocasionarle daños irreparables. Para que un determinado producto natural (biológico o mineral) sea validado como idóneo, debe pasar por un proceso de investigación, ensayo clínico y producción controlada, rematando en una droga segura a ser administrada por especialistas que saben lo que hacen, avalados por un título universitario y experiencia en el campo de la medicina convencional.
Científicamente, el profesional convencional que abogue por la medicina tradicional, sea cual fuere su argumento, se balancea sobre un filo peligroso fuera de toda ética, poniendo en peligro la vida de las personas. Por otra parte, al no existir protocolos científicos claros y bien establecidos para la investigación de productos utilizados por los “médicos tradicionales”, el riesgo es evidente. Hoy, el Registro Sanitario de un producto medicinal tradicional no sigue el proceso científico señalado arriba. Añado que se ha creado todo un sistema paralelo no convencional de formación de “médicos” alternativos. En tal coyuntura, la curación de una enfermedad determinada está sujeta a la opinión del practicante y no a una profesionalidad que esté avalada.
Si la medicina convencional no es suficiente, el Estado debe invertir, lo que sea y cuanto fuere, para mejorar esa situación. Debe también canalizar el desarrollo de la investigación en medicina, hoy en día reducida a su mínima expresión. La medicina tradicional institucionalizada sigue siendo pseudociencia y no contribuye a la seguridad en salud.