Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Nuestro Chapare

Nuestro Chapare

Quiero de vuelta a nuestro Chapare, quiero que vuelva a su pueblo, a su país. Quiero su rescate inmediato de manos del narcotráfico y del neoextractivismo. Quiero libre a nuestro Chapare, quiero poder internarme en su selva sin miedo, poder ver a sus habitantes a los ojos sin temor. Pero sobre todo, quiero el rescate de la naturaleza de nuestro Chapare, de su magia y grandeza, quiero su restitución como parte vital de la nación que la cobija.

Nuestro Chapare fue secuestrado por grupos con visiones egoístas, con propósitos oscuros que resultaron en un insulto a la Tierra y traición a la Patria. Grupos que diezmaron su selva de árboles majestuosos, animales imponentes y tantos otros seres vivos que la ciencia todavía no ha dado a conocer. Nuestro Chapare fue invadido en nombre de la necesidad humana, que luego mutó en codicia, ilegalidad y corrupción. Llamaron “colonos” a los invasores cuando en realidad fueron instrumentos de destrucción,  propagadores del caos y la desestabilización del otrora paisaje prístino de nuestro Chapare.

Sí, nuestro Chapare fue ultrajado y herido de muerte. Sus tierras y ríos fueron contaminados por agroquímicos, efluentes de fábricas de cocaína, derrame de petróleo y vertido de basura. Al 2013, su masa boscosa se había reducido en un 85 por ciento y fue reemplazada por el actual cultivo de coca, esto bajo un engañoso argumento de ancestralidad y un valor nutritivo que la ciencia ha negado. Ese cultivo requiere labranza y deshierbe y se desarrolla en lugares inapropiados, ocasionando erosión de suelos y sobrecarga de sedimentos en los ríos. Nuestro Chapare es también sitio de explotación ilegal de maderas preciosas, acto en el que incurrieron incluso autoridades nacionales. 

Nuestro Chapare es parte de una inmensa red de tráfico ilícito de plantas, semillas, animales y material genético que reporta millones de dólares a delincuentes transnacionales. 

El ultraje y las heridas causadas en nuestro Chapare son evidentes a simple vista, pero se carece de cifras y estudios oficiales debido a una cortina de impunidad creada por un Gobierno que se decía amigo de la naturaleza.

Nuestro Chapare debe ser seriamente considerado en los programas de los gobiernos venideros. Nuestro Chapare necesita reconstruirse mediante políticas de conservación, restauración y manejo que tengan sentido y que perduren en el tiempo. Los proyectos someros del pasado, como el tristemente célebre Programa de Desarrollo Alternativo Rural (PDAR), deben servir de ejemplo acerca de lo que no se debe hacer y deben tomarse como base para proyectos lógicos en un contexto de protección de la naturaleza, pero también de la mantención de los sistemas de vida de los que forma parte ser humano.

Nuestro Chapare necesita librarse de los extremistas y de los partidos políticos. Necesita librarse de la maldición de la coca y de la cocaína. No, con esto último no podemos negociar. Si se quiere mantener la idea de que el acullico tiene algún valor en el gran contexto de lo que ahora pasa en el planeta, la producción de coca yungueña ya resuelve ese tema. Quiero de vuelta a nuestro Chapare, si nuestro. No de carteles, de sindicatos o de un partido político. Nuestro de todos, nuestro de esta generación y de sus descendientes.