Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 23:46
Hipocresía

Los medios de comunicación difunden con frecuencia noticias de especies icónicas en peligro de extinción, el koala y el ornitorrinco, por ejemplo. Noticias como estas son un engaño más sobre el daño real que se le ha infringido a la biodiversidad del planeta; las especies en extinción se cuentan hoy por millones.

La ecóloga Sandra Díaz y colaboradores han calculado que, cuando se toma en cuenta la masa total de animales vertebrados terrestres del planeta, la humanidad pesa mucho más (36%) que todos los animales silvestres (5%). Ya que incluso en Bolivia existe una demanda cada vez mayor por áreas para la crianza de animales domésticos, no sorprende que la masa de estos represente el 59% de esa masa total. Díaz también muestra que el daño medioambiental ha causado incluso la extinción de un 10% de las razas de animales domésticos, generando una peligrosa reducción de la diversidad genética y exponiendo a estos animales ante enfermedades y catástrofes cada vez más frecuentes.

No, la Sexta Extinción Masiva no es una simple figura en un discurso alarmista, es la cruda realidad que atraviesa la naturaleza del planeta. La extinción de los insectos, por ejemplo, ya reporta cuantiosas pérdidas de dinero para la economía mundial y pone en riesgo la seguridad alimentaria de varios países. Solo en Estados Unidos, el servicio ecológico que brindan los insectos (entierro de heces, control de plagas, alimento de vida silvestre y polinización) representa un valor económico de 57.000 MM de dólares, casi dos veces más que el PIB (Producto Interno Bruto) actual de Bolivia.

La hipocresía es aún más grande cuando se le asegura al público que con una forestación masiva del planeta podemos revertir la extinción de especies y el cambio climático. La realidad es que el 70% del planeta ya ha sido afectado en mayor o menor grado por las actividades humanas, 15% de los humedales se han reducido con respecto al siglo XVIII y 75% de los ríos han sido represados con tal saña, que la Tierra gira hoy más rápido por el desbalance de masas en su superficie. 

Es decir, hay cada vez menos territorio para construir bosques y menos agua para mantenerlos. Esto sin considerar que los bosques actualmente ocupan solo un 30% de la superficie terrestre y que la deforestación directa o por incendios, sequía, inundación, pérdida de suelo y plagas ha incrementado exponencialmente.

La humanidad azota al planeta de tantas formas que ahora los científicos se centran en estudios de teleacoplamiento, es decir, los efectos adversos que actúan en sinergia sobre el medio natural y los diversos ámbitos del quehacer del hombre, ocasionando la pérdida de la vida silvestre y humana. Ya hemos eliminado el 60% de los individuos mamíferos terrestres desde 1970. Según la ONU (Organización de Naciones Unidas), un escandaloso 25% de los niños que mueren de forma prematura, lo hacen debido a problemas ambientales.

Necesitamos un análisis imparcial de lo que hemos desencadenado, una consideración libre de intereses políticos y económicos, y esto incluso por un simple tema de autoconservación. La ambigüedad con la que la presente generación trata el tema ambiental arremete contra la vida misma de las siguientes generaciones. ¿Es ética esta falta de sinceridad?