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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La Chiquitanía, virtual desconocida

La Chiquitanía, virtual desconocida

A pesar de que muchos nos llenamos la boca con la Chiquitanía y las bondades turísticas de sus distintos ecosistemas, la verdad es que la conocemos muy poco. Pero esto no es novedad, nuestra cultura (por más “pluri” que la anunciemos) es así, superficial y displicente con la naturaleza, incuriosa y desdeñosa con el conocimiento. Ejercemos un sesgo gravísimo en la consideración de la vida que puebla el territorio boliviano. La búsqueda de publicaciones biológicas en los distintos medios de comunicación solo revela menciones de animales y plantas; de especies grandes corporalmente, aquellas que son emblemáticas y que el público visualiza solo cuando están al borde del colapso… leopardos, osos hormigueros, caimanes y otros depredadores; castañas, palmeras, árboles maderables y otros gigantes.

La literatura científica boliviana no es muy diferente, tal vez producto de ese sesgo subyacente pero también de la disponibilidad de recursos para la investigación de otros grupos biológicos que, excepto a la luz de la biotecnología o algún otro tema utilitario, son escasos o nulos. La realidad científica de la Chiquitanía es que no conocemos prácticamente nada de su biología ya que los grupos menos estudiados, o que no han sido siquiera considerados por la ciencia, son los dominantes y más importantes en términos de biomasa y funcionalidad.

Las bacterias y hongos, por ejemplo, además de ser descomponedores de materia orgánica excedente, ayudan con la meteorización de la roca produciendo nutrientes para la vegetación, sustentando de esta manera a las complejas cadenas alimentarias que se establecen en tierras chiquitanas. Por su parte, las algas, son mucho más importantes en ecosistemas acuáticos que cualquier planta. Capturan la energía solar y la convierten en la energía química que es consumida por pequeños invertebrados (insectos, crustáceos, gusanos, etc.) que a su vez sirven de alimento a peces, convirtiéndose así en el sostén biológico de ríos y lagos. Además de estos virtuales desconocidos de la Chiquitanía y dentro de los mismos animales, no conocemos grupos que son muchísimo más fundamentales que los gigantes emblemáticos mencionados.

Los gusanos (anélidos, nematodos y platelmintos), moluscos, insectos y arácnidos, por ejemplo, son cruciales en el procesamiento de materia orgánica y la regulación de poblaciones de otros organismos y, por ende, mantienen el equilibrio ecológico allí donde se desarrollan. Y no hay nada malo con las especies emblemáticas, pero en vista de la necesidad que tenemos ahora de recuperar la Chiquitanía, debemos incrementar el conocimiento de los otros grupos de seres vivos. Sin ellos un árbol no podría crecer y establecerse en las zonas afectadas por los incendios y las cadenas alimentarias que hacen posible la subsistencia de felinos, aves y otros vertebrados simplemente no existirían. Por la inmensa responsabilidad ética y patriótica que tenemos de restituir la Chiquitanía, no podemos enfrentar tal encargo histórico a tientas y a ciegas. Debemos recurrir a todo conocimiento científico y técnico posible y generar aquel que todavía no existe. Esto con una franca voluntad de actuar sobre bases sólidas que garanticen éxito en la recuperación de la herencia de nuestras generaciones futuras.