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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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La letra no entra con sangre

La letra no entra con sangre

Un niño habría sido amarrado a una silla y las personas encargadas de su cuidado, en una guardería de Santa Cruz, le cubrieron la boca con una cinta, según la denuncia que hizo conocer la madre del pequeño a las instancias defensoras de los derechos de la niñez.

Esta denuncia, que se suma a las de otras madres que confían a sus hijos a guarderías que funcionan en esta y otras ciudades del país, es una oportunidad para analizar qué rol cumplen hoy en día los llamados jardines de infantes en el desarrollo de los niños.

A diferencia de lo que ocurría hasta hace unos años, las guarderías cumplen actualmente un rol diferente, porque ya no sirven solo como un espacio para “guardar” a los niños cuyos padres trabajan, sino que son centros educativos en los que se estimulan las diferentes habilidades de los niños, además, se les enseña jugando los fundamentos de materias como matemática, lenguaje, ciencias naturales, música e idiomas.

Y para cumplir con este rol, las personas que dirigen estos centros educativos contratan a maestras y parvularias que, se supone, saben cómo enseñar estas materias a los niños y, además, que tienen la experiencia suficiente para no perder la calma en situaciones difíciles.

Los padres confían en las guarderías, por lo que esperan un buen trato hacia sus hijos, además de que, idealmente, consideran que sus pequeños podrán aprender las bases para empezar sus estudios cuando les toque ingresar a la escuela.

El personal que trabaja en las guarderías debe entender que no se puede maltratar a los niños y menos someterlos a castigos de aislamiento, insultos o agresiones físicas, porque eso no contribuye a un buen desarrollo emocional o físico de los pequeños.

Las personas que deciden ser maestras o parvularias de niños de nivel inicial deben estar conscientes de que necesitan verdadera vocación, además de paciencia, para realizar este trabajo que es importante, porque contribuye al desarrollo de los niños que en pocos años tendrán que asumir responsabilidades en ámbitos públicos y privados.

Pero los casos de violencia o malos tratos no solo ocurren en las guarderías, sino que suceden también en las unidades educativas.

Un informe de padres de familia da cuenta de que en la gestión 2022 se registraron al menos 210 denuncias de agresiones sexuales, acoso escolar y maltrato de profesores a estudiantes.

Y si bien el castigo físico y el maltrato psicológico eran admitidos en el pasado, como una forma de corregir algunas conductas, ahora, según la ley, no se pueden tolerar más, porque la letra ya no entra con sangre. Es inevitable que maestras y estudiantes se adapten a las nuevas circunstancias, con sus ventajas y desventajas.