Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El buen ejemplo de Uruguay

El buen ejemplo de Uruguay

En una región como Sudamérica, donde la convulsión y la protesta social irrumpen con una recurrencia que tiende a naturalizarse, no deja de causar asombro la estabilidad  con que Uruguay sobrelleva sus controversias políticas.

El 27 de octubre, una semana después que en Bolivia, Uruguay celebró elecciones presidenciales, en una jornada que, como en nuestro país, dio lugar a la disputa electoral más reñida de la última década y media, desde cuando el oficialista Frente Amplio (FA, de izquierda) gobierna en el país oriental. Sus comicios se cerraron con una victoria de Daniel Martínez, sucesor de Tabaré Vásquez a la cabeza del FA. Sin embargo, el porcentaje de su victoria y la diferencia que obtuvo respecto al segundo no le alcanzaron para ser proclamado presidente en primera vuelta. Ganó con 39.17% frente al 28.59% de Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional (PN, de centroderecha). 

La normativa electoral uruguaya dispone que para que un aspirante presidencial triunfe en primera vuelta, debe sumar el 50% más uno de los votos. Como ese no fue el caso, corresponde una segunda vuelta entre el primero y el segundo, programada para el 24 de noviembre.

Pese a la victoria oficialista en primera vuelta, sus previsiones de cara al balotaje son menos alentadoras. Analistas y encuestadoras le otorgan ventaja al opositor Lacalle Pou, que está más cerca que su contricante de cerrar alianzas con los partidos que le siguieron en las elecciones.

Tras los dos primeros lugares, la votación del 27 de octubre dejó los siguientes números: los también opositores Ernesto Talvi, del Partido Colorado (PC), y Guido Manini Ríos, de Cabildo Abierto (CA), sumaron un 12.32% y un 10.88%, respectivamente, y ambos hicieron público su apoyo a la fórmula del PN para la segunda vuelta. 

En días pasados, Lacalle Pou y Manini Ríos se reunieron y, al cabo del encuentro, el segundo dijo que el líder del PN está listo para saltar "a la cancha" en busca de la presidencia.

En una nota de la agencia de noticias EFE, Lacalle Pou apuntó que, tras acordar con otras fuerzas para formar una coalición, el próximo paso es terminar un "documento de consenso" entre todos para conformar un "espacio multicolor". No sin reconocer que durante la campaña de la primera vuelta hubo matices entre su partido y los restantes de oposición, lo que se expresó en la votación por distintos postulantes, “hay un andarivel muy fuerte en el Uruguay que necesita fortalecer: su seguridad, su educación, su economía, apostar al país productivo, a aquellos que hacen andar el país todos los días y en eso tenemos una fuerte coincidencia con CA". Mientras, Manini Ríos explicó que su apoyo al PN se basa en el entendido de que Lacalle Pou "representa el cambio" por el cual su partido ha propugnado.

Más allá del serio riesgo de que la izquierda sudamericana pierda una nueva plaza clave en el tablero político regional, lo que sorprende, más a extraños que a propios, es la armonía con que este eventual trance es asumido por sus actores políticos y sociales. A diferencia de lo que viene ocurriendo en Bolivia, los resultados en Uruguay fueron plenamente avalados por su organismo electoral, no despertaron suspicacias entre los aspirantes y fueron aceptados por todos los involucrados a fin de encarar un balotaje en el marco de una democracia tan madura como pocas en Sudamérica, Latinoamérica y, acaso, el mundo occidental.

Además de su exitoso fútbol y de su fértil tradición cultural, Uruguay posee una democracia digna de admiración, cuando no de sana envidia, de la que bien podríamos procurar aprender en países tan convulsos como Bolivia. 

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