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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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¿Qué soy?

¿Qué soy?

Levanta los ojos de la computadora y con cara de absoluta confusión pregunta ¿Qué soy? Es mi compañera, siempre inscribiéndose a cursos, seminarios o talleres. Siempre leyendo. Siempre puede aprender algo más dice y en esa misma línea no es común ver esa cara de absoluto desconocimiento en ella.

Me acerco y quedo -como ella- sorprendido.  La respuesta a la pregunta que intenta resolver sería muy simple hace un tiempo. Hombre (o varón), mujer o en los últimos años la opción adicional de ¨prefiere no responder¨.  El formulario en el que rápidamente me siento involucrado tiene al menos ocho opciones distintas. Las dos primeras son mujer cisgénero y hombre cisgénero, luego siguen otras más que sí sabemos a qué se refieren como gay o lesbiana y otras que intuimos a qué se refieren pero que nos toca investigar y preguntar al señor Google.

¨Mujer cisgénero¨ concluye y anota muy contenta.  Sin duda, la intención de los organizadores del curso es mostrar la gran diversidad que hoy reconocemos en los seres humanos y tener datos, más o menos estadísticos, que nos ayuden en el proceso de ponerle números a la diferencia.

En los últimos meses he prestado especial atención al tema.  Considero que el cambio en el lenguaje no provoca cambios en el comportamiento de los seres humanos, pero también entiendo que el lenguaje es fundamental para la construcción discursiva no sexista y para la promoción de la inclusión a través de las narrativas.

Enorme desafío. He encontrado verdaderos apóstoles del ¨todes¨, una variación y sintáctica y morfológica del todos y todas que pretende dar cabida a otras identidades de género más allá de hombres y mujeres. Aceptado o no por la Real Academia de la Lengua, el término tiene un uso cada vez mayor a partir de 2012.  Según algunos expertos o estudiosos de lo que ocurre con las palabras, quienes critican su uso son quienes paradójicamente han contribuido a que tenga una difusión más amplia. 

Mi propósito no es afirmar si el uso del lenguaje inclusivo en términos de género es algo que se deba aceptar o no. Tampoco si la letra e debe remplazar a otras para de ese modo reconocer en el lenguaje que los seres humanos nos sentimos cada vez más diversos, mas únicos, menos encasillados en una denominación. Intento poner en la mesa la utilidad de hacer eso cuando no haces nada más por cambiar la situación de millones de personas víctimas de la discriminación y otras formas de violencia.  Nada más que eso.

SERENDIPIA 

DINO PALACIOS

Ciudadano

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