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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Naturalizar un delito

Naturalizar un delito

El 22, 23 y 24 de febrero se realiza en el campo ferial Feicobol de Cochabamba una fiesta carnavalera, cuya importancia radica en que congrega a gente de muchos lugares del país. Hasta ahí ¡qué bueno! nada fuera de lo común: grupos y artistas invitados, empresas que producen bebidas alcohólicas que auspician las fiestas, muchos jóvenes celebrando el Carnaval. 

Como gran parte de las festividades que tenemos en nuestro calendario, esta también se ha desnaturalizado de su sentido original. 

El Carnaval es una de las festividades más importantes en el calendario ritual, pues su importancia era esencialmente económica vinculada al sector agrícola. 

Es el momento de la realización de la cosecha y, en ese sentido, se vincula al agradecimiento a la “madre tierra” por su generosidad al brindarnos sus “frutos”. Por ello, por nuestras latitudes, agradecemos con agua y con libaciones alcohólicas a las bondades de la tierra y la naturaleza.

Y como muchas festividades, hoy se ha incorporado en el calendario anual como expresión desarrollada y muy fina de mercadeo de la recreación urbana, en el que algunos emprendedores venden “alegría y diversión”, fiestas de varios días de duración; con manillas vip y las de los comunes mortales, anfitriones, “all you can drink” o bar abierto, artistas y grupos nacionales e internacionales y multitudes de jóvenes.

Lo que todos sabemos es que una gran parte de esos muchachos y muchachas que asisten tienen menos de 18 años. Y, por lo tanto, su ingreso es ilegal. Y es aún más ilegal, el consumo sin restricciones de bebidas alcohólicas. Los padres conocemos de esa situación y damos permiso. 

Los gendarmes de la Alcaldía que controlan el evento también lo saben. Los señores de la Policía lo saben y miran hacia otro lado.  Como en muchas cosas en el país a estas alturas ya corrieron las coimas o los chantajes emocionales.

Con suerte está será una anécdota como todos los años, lo mismo ocurrirá en Tarija. El problema es que, en nombre de la diversión, naturalizamos el delito y naturalizamos el mentir, el engañar y sobornar.  

Ponemos en riesgo vidas y no únicamente por el peligro que significa el consumo de bebidas alcohólicas, sino por el peligro que significa un mensaje errado en la vida de un joven que recoge lo que le damos.