Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 10:17

Nada volverá a ser lo mismo

Nada volverá a ser lo mismo

He escuchado a un “analista” decir que debimos estar preparados, que no es la primera pandemia que vivimos. Qué afán de opinar algo. Para pretenderse ingenioso y crítico. Algunos de estos individuos generan ganas de llorar, pero no interesan por ahora.
Nada volverá a ser lo mismo. Para nosotros era usual el estrechar la mano y el darse un abrazo al saludarse. Ahora nos han impuesto la “distancia”, los dos metros o al menos el  metro y medio. Ahora solo nuestros ojos pueden sonreír al ver a la persona que amamos, porque ni nuestra sonrisa es visible por el barbijo.
Hace algunos años, cuando realizaba  un curso en España,  tuve la oportunidad de compartir las clases con un grupo de pares, que provenían de diferentes regiones de Latinoamérica. Los fines de semana y días de “fiesta”, como le llaman ellos, aprovechábamos de conocer ciudades  cercanas y hacer un poco de turismo. Entonces, en los descansos de las jornadas agotadoras, concluíamos pidiendo una caña, que es la forma en la que ellos le llaman a un vaso de cerveza.  Nosotros solíamos cambiarle el nombre y en lugar de una “caña”, pedíamos una “cañita”. En una oportunidad, un mesero escuchó nuestro pedido, pareció sonreírse y nos sirvió unas gotas de cerveza en un vaso del tamaño de un dedal. “Su cañita” nos dijo, y se rio a carcajadas.
La anécdota nos retrata. Los latinos hablamos en diminutivo, nos encanta el contacto físico, el roce corporal y la cercanía casi promiscua. El metro y medio está bien para proteger a los ciclistas de los imprudentes conductores, para nada más.
Después del COVID-19 mantendremos la denominada “distancia social”, no logro imaginar el día que pueda dar un abrazo al amigo que encuentro en la calle, cómo voy a felicitar al del cumpleaños o consolar al que sufre una pérdida. Ya he perdido el impulso de extender la mano.
Nada volverá a ser lo mismo.  Mientras escribo, un periodista peruano afirma “la muerte en Perú está en la calle”, aquí también digo, y así con ella paseando, ya ni siquiera disfrazada, ratifico lo que me motiva a afirmar que ya nada será igual.
No podíamos estar preparados para esto. No había forma de imaginar que el barbijo sería parte de nuestra vestimenta diaria ni que el miedo sería nuestro compañero en el asiento de al lado, ese que no se puede ocupar.

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