Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 06:46

Mi “grupo”

Mi “grupo”
Cuando apareció el WhatsApp, mi celular tenía un sistema operativo Windows y no era compatible con mi teléfono. Tiempo después, seguramente unos meses, cuando cambié al sistema Android, recién pude utilizar y aprovechar de la famosa aplicación.
Ahora pertenezco, sin lugar a dudas, a cerca de 50 grupos activos de lo más variopintos que van desde grupos de trabajo (de docentes, de alumnos de las materias, 5 o 7 de la pega según la finalidad), grupos de recreación (el de los “bikers”, el de compras de accesorios para “bicis”, de los clubes de observadores de aves, de los diferentes equipos de fútbol), pertenezco al grupo del karaoke familiar, a los tres del barrios y también de los circunstanciales grupos de la cena de despedida o de la del baby shower, y etc, etc.
En cuarentena, el WhatsApp se ha convertido en mi principal compañero. Y no imagino que ocurriría si cayera el servicio.
El WhatsApp de los grupos de vecinos te comunica. Ha llegado al barrio el camión de Breick, anuncian. Inmediatamente un vecino pide el favor de que le avisen antes de que vaya para que pueda llegar a tiempo. Otro vecino anuncia que llegará en unos minutos el camión de los pescados. En la plaza de piedras se  está vendiendo pan casero, dice otro. Favor tienen un teléfono de un cerrajero o de un veterinario del barrio, escribe otro.
En esos mismos grupos, algunos valerosos, solidarios y destacables vecinos llevan medicinas y alimentos a los que no pueden salir de sus casas. Pero, también, es a través de ese medio que llega la tentación y el incentivo para salir, sea o no tu día.
Generalmente en esos grupos barriales de manera espontánea uno o dos actúan como autoridades o líderes no formales. Convocan barrer las aceras y en octubre nos organizaban para hacer los turnos en el bloqueo o para atender a los policías del centro policial del barrio. Los administradores de los grupos son una especie de pequeños reyecillos que frente algún exceso o ruptura de la norma excluyen al osado.
En esos grupos alguno que otro encuentra el modo de ganar unos pesos, venden pan o revenden todo lo que les quedó del negocio.
Los grupos de WhatsApp de mi barrio se han convertido en una comunidad que no necesariamente respeta leyes y pone sus propias reglas. Pero son compañía, respaldo y la seguridad de “alguien me va a ayudar”.