Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 22:24

La sonrisa

Tolstoi decía que un niño reconoce a su madre por su sonrisa. Reconocerse es distinguirse, admitirse, volver a conocerse; es decir asumirse a partir de comprenderse como quién eres y quién es el otro con el que te relacionas.

Años atrás al retornar a casa tenía la costumbre de observar la mayor cantidad de rostros para tratar de entender el ánimo o humor con el cual se encontraba la gente en la ciudad. Me detenía fundamentalmente a ver los ojos y los labios. Las expresiones varían según el horario, el día y la fecha, pero de todas maneras muestran en general, lo que está sintiendo la gente de nuestro alrededor. La sonrisa es la expresión más bonita del rostro humano.

Hoy debido a la crisis sanitaria producida por la pandemia, los cubre bocas solo permiten adivinar o suponer si detrás de cada quien hay una mueca o una sonrisa.

Algunos sabemos que los barbijos nos protegen frente al contagio. Paréntesis necesario, me refiero a barbijos diseñados para ese fin y no a las cubiertas de boca -elaboradas muchas ingeniosamente de variedades tela y curiosos diseños- que lamentablemente no nos protegen frente al COVID-19. Otros, de manera ignorante y atrevida aseguran que es un engaño. En realidad, todo depende del color con el que se mira. Nada es simple. Pero lo que viene y nos toca es evitar simplificaciones groseras.

Bajo cualquier luz, es una soberana imbecilidad -sin depender del ojo con el cual se mire- pretender que sin protección estás seguro.

Extraño mirar a una dama o un caballero de pelo cano y de camino cansino que me mira y sonríe, como saludando sin conocerme; como deseándome buen día sin pronunciar ni una sola palabra; su sola mirada no es suficiente.

Extraño observar las sonrisas honestas, extraño mirar tu sonrisa y la de todos. Me cuesta convencerme que cubrirlas es la manera de volver a verlos. Extraño la normalidad que sonaba a rutina y que hoy es un recuerdo que intento no perder.

Esperemos que transcurra y acabemos ese capítulo de nuestra historia. Por ahora solo queda dibujar en mi mente la sonrisa de mi vecino y sonreírle suponiendo que él también hace lo mismo. Algunas veces, de manera ingenua pienso que todo transcurrirá más pronto sonriendo y que será más fácil reconocernos al final.

SERENDIPIA

DINO PALACIOS

Doctorante en Ciencias Políticas  y Jurídica

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