Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 23:11

¡Es vacación!

¡Es vacación!

Comienzo con una gran sonrisa: llegaron las vacaciones escolares. Aclaro, no tengo hijos en edad escolar y no soy maestro de escuela, por ello mi alegría no tiene que ver con eso. 

Vivo frente a una unidad educativa considerada modelo; en realidad es un gran edificio para pocos alumnos, con educación inicial, primaria, secundaria y supuestamente formación técnica. Era una pequeña escuela hasta que alguien decidió construir un monstruo feo y azul. 

Pero mi alegría tiene otras causas.  Sus alumnos, niños y adolescentes, no tienen ni la más mínima idea de que existen los basureros y que los residuos no se botan en la calle. Por eso, finalizadas las clases, sus “huellas” desaparecen y las calles están limpias otra vez.

Ha vuelto el casi silencio. Terminaron  los interminables ensayos de la banda estudiantil, que fuera de horario de clases -es decir sábados y hasta domingos- torturan los oídos cuadras a la redonda.  

Los transportistas también celebran las vacaciones, pues donde hay escuelas y colegios hay trancaderas y bocinazos, por tanto, demoras y estrés de todos para llegar a los destinos. 

Las puertas de garaje, ubicadas frente al portal de ingreso de niños del nivel inicial, son bloqueadas por los “adorables” padres de familia, que muy orgullosos de sus párvulos dejan sus vehículos parqueados “un ratito” lo más cerca posible de la entrada.

Antes de la pandemia, nos enteramos a través de unos grafitis en paredes de la escuela y de las casas de los vecinos, de denuncias a una profesora condenada por sus vínculos con un alumno.

Puse arbolitos en la calle, ya casi hace un par de años, sobrevivieron gracias a la pandemia que llevó a los colegiales a sus domicilios. Tras  el retorno a las clases presenciales, ni siquiera los canastillos de resguardo que armé pudieron evitar que logren matar uno. Los colegiales arrancan sus hojas, sus nacientes ramitas y los usan de basureros.

Es decepcionante y genera desasosiego que tanto los estudiantes, sus padres de familia y los profesores carezcan de la mínima educación para preservar el medio ambiente,  respetar al otro y vivir en comunidad.

No es necesario medir la calidad de la educación boliviana, basta estas elocuentes muestras de comportamiento que preocupan respecto a los destinos de nuestro país.

SERENDIPIA

DINO PALACIOS

Ciudadano

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