Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Bicicletas blancas

Bicicletas blancas

En medio de una zona cualquiera, una bicicleta blanca descansa en medio de flores y cargada de dolor. Es el símbolo de que allí un ciclista ha sido gravemente herido o ha fallecido por la imprudencia de alguien.

Ese alguien son muchas veces conductores tanto de transporte público como privado, que sufren transformaciones radicales en su comportamiento al encaramarse en sus vehículos. Como en la novela de Robert Louis Stevenson “El doctor Jekyll y el señor Hyde”, sufren la conversión de humildes ciudadanos a monstruos despiadados.

Ya en el vehículo, sus inseguridades, temores, rabias y frustraciones se convierten en irrespeto de las normas de tránsito; los semáforos son para ellos floreros, los pasos de cebras el mejor lugar para parar “encima” y ni idea de qué es el “metro y medio de distancia”.

Prefiero creer que el ensimismamiento, especialmente de los conductores de transporte público, invisibiliza de modo particular a los ciclistas  y por su ignorancia debido a falta de información e insensibilidad nos agreden, llegando a provocar incluso la muerte. Ocurrió hace poco en Warnes en Santa Cruz con  Gonzalo Frías, una tragedia que generó la urgente campaña #UnciclistaUnaVida.

Los ciclistas viven las calles y carreteras desde otra perspectiva, mucho más cercana a la tierra, es decir, a su realidad cotidiana. Cada uno de los huecos de la calle, cientos de rompemuelles, cada boca de tormenta destrozada y la basura desplegada en cualquier lugar son obstáculos riesgosos. 

Ser ciclista en nuestras ciudades te enfrenta a numerosos peligros. Pero ni la situación de las calles ni la infinidad de “perros en la calle”, que pululan en muchos barrios y que persiguen ciclistas con tanto entusiasmo, son tan riesgosos como los transportistas o en general los conductores y conductoras. 

Si no embisten contra el ciclista, entonces tocan la bocina. Señores conductores, un ciclista escucha cada vehículo que se avecina, escuchamos el rugir de sus motores y estamos atentos a su cercanía. No es necesario que toquen bocina. Lo único que provocan es que el ciclista pierda el equilibrio y pueda caer.

No son lindas las bicicletas blancas, son símbolos de una vida truncada y de la insensibilidad que intentamos cambiar. #UnCiclistaUnaVida.

SERENDIPIA

DINO PALACIOS

Ciudadano

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