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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Tiempos de ayer y hoy

Tiempos de ayer y hoy

En todos los tiempos y lugares se asegura la existencia de hombres de boca negra, de ellas salen presagios adivinatorios que, no obstante la incredulidad de quienes son víctimas de los vaticinios, sorpresa y lamentos de algunos buenos y regocijo de los perversos que andan deseando el mal ajeno, se cumplen. 

Cien años antes de nuestra era, en Roma, nació un tal Cayo Julio, hijo de una familia ilustre y acomodada. Apenas nacido el niño, le pronosticaron ser el amo del mundo, sentencia que iba en camino a no cumplirse por su disipada vida juvenil; un matrimonio temprano, a sus dieciséis años, reencausó su destino; la actividad militar que emprendió y la férrea disciplina al que lo sometieron, forjaron su carácter que lo llevaría a la gloria. Conquistador triunfante, político tenaz, estadista pleno, escritor de sus memorias bélicas que resultaron una enciclopedia de táctica y estrategia que aún sirve de estudio en los institutos militares actuales. 

Le cupo a este invencible comandante abrir una nueva era en la historia de su pueblo, luego de la profunda descomposición republicana inaugurando un periodo de gran esplendor: El Principado o Alto Imperio. Su labor de gobernante le permitió relanzar el ideal de la romanidad, asumiendo reformas en todos los ámbitos de la vida de ese entonces; es así como lo recuerda la historia, como un innovador.

Una de sus realizaciones fue imponer un nuevo calendario que actualizaba los antiguos establecidos en la pretérita monarquía y lo puso en vigencia el año 46 a.C.; como es lógico suponer el sistema se denominó: calendario Juliano, en él se establecía 365 días al año, para compensar los errores cada cuatro años se incrementaban a 366, surgiendo el de año bisiesto. El nuevo calendario señalaba marzo como el inicio de cada gestión, obviamente estaba dedicado al dios de la guerra y el último era febrero, o mes de la purificación 

En ejercicio de su poder absoluto, cierto día un augur le salió al paso, y le manifestó haber observado prodigios extraños y apariciones en el cielo que presagiaban desastre, debiendo tener cuidado de los idus de marzo. Iniciado el mes y cuando se dirigía al Senado hubo un nuevo encuentro con el adivino y Cesar con mofa le dijo: “Los Idus de marzo ya llegaron”, tranquilamente el adivino respondió; “Sí, ya llegaron, pero no se han ido”. Una vez en el hemiciclo un grupo de alzados, enemigos acérrimos de la concentración del poder en una sola mano, fingiendo amistad lo cocinaron a puñaladas.

Han transcurrido los siglos, se ha mudado el calendario, pero aún sigue vigente el mes de marzo y la devoción por la guerra, es práctica común entre tiranos que cabalgan el caballo negro de la desolación. Los hechos que conmueven a la humanidad estos días de marzo, en pleno siglo XXI, no son nada propicios, al contrario, desgraciadamente lamentables.   

TEXTUAL

"Cucho" Jordán Q.

Abogado, docente e historiador del Derecho

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