Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

Nuevamente, como en una especie de laberinto, nos hallamos entrampados, sin salida  ante el riesgo evidente de una espiral de violencia criminal, sostenida y alentada y cuyas consecuencias todos sospechan, más sin embargo los causantes, lejos de atenuarlas, se dan a la tarea de echar combustible a la hoguera, desvelando su intención manifiesta de obtener un beneficio del incendio voraz e inextinguible, argumentando que después de ellos puedan advenir el diluvio, ya que  se consideran hacedores y signados por la historia, como los únicos titulares del poder político, no por nada reiteraron, con absoluta contundencia, que no se sentían inquilinos, sino propietarios absolutos de la casa de gobierno y la acción política. Nada les está vedado a los iluminados, la ley, un aviso en el camino del que pueden prescindir; la racionalidad y la lógica, meras trabas que provocan zancadillas y, por tanto, mejor evitarlas; para ellos no existen  muros ni principios y menos límites que no puedan traspasar.

Lamentablemente el país enfrenta nuevamente situaciones que reflejan ese modo de pensar y actuar que se sitúa en el embrollo y la maraña, sin que se perciba  el hilo de Ariadna que pueda permitir una salida de la escabrosidad en la que nos hallamos encerrados.

El laberinto en el que nos mantenemos atrapados fue construido sistemáticamente siguiendo patrones elaborados y ensayados desde el exterior. El 21 de febrero de 2016 la conciencia colectiva dijo no a la perpetuación del poder, una negativa que no obstante ser definitiva, fue ignorada, manipulándosela delictivamente hasta convertirla en aplicable y obligatoria. Luego, un órgano de Gobierno, digitado y sumiso al Ejecutivo, encargado por la CPE de aplicar la ley electoral y asumir los procesos de contienda democrática, hizo el resto, empezando por validar una candidatura ilegitima, hasta el extremo de permitir el uso y disposición de los bienes del Estado por parte del caudillo que los designó, siendo su mayor contribución al partido del que dependían el corte de TREP cuando el 83% de los votos ya era de conocimiento público, causando, como era lógico suponer, la susceptibilidad no solo ciudadana, sino de los organismos garantes de la solvencia y  transparencia del proceso electoral (...).

Dos días después de ese 20 de octubre, el Gobierno se allana a una auditoría internacional cuyos resultados sean vinculantes y la Secretaría General de la ONU establece que los resultados de  a los que arribe el Tribunal Supremo Electoral “no deberían considerarse como legítimos hasta que finalice el proceso de auditoría solicitado”. En el momento en que se escribe esta nota, el 99.99% de los votos han sido escrutados, habiéndose llegado a establecer que no existe la posibilidad de una segunda vuelta o balotaje. El país arde por sus cuatro costados.

Las canciones populares, aquellas con sonido y sentido, aquellas que recogen el desafío y enfrentan el poder absoluto, suelen ser suficientes en detalles y contenidos para proclamar la ira popular, Chico Buarque, cantó : “Que será, que será, que no tiene decencia ni nunca tendrá,/que no tiene censura ni nunca tendrá,/que no tiene sentido, que será, que será/que todos los avisos no van a evitar/porque todas las risas van a desafiar/y todas las campanas van a repicar/porque todos los himnos van a consagrar/porque todos los niños van a desatar/y todos los vecinos irán a encontrar/el mismo padre eterno que nunca fue allá/al ver aquel infierno lo bendecirá/que no tiene gobierno ni nunca tendrá/que no tiene vergüenza ni nunca tendrá/lo que no tiene juicio”.