Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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¿Luz después de las tinieblas?

¿Luz después de las tinieblas?

Los desheredados de la tierra, ultrajados, víctimas del poder político y sus arbitrariedades, en todos los tiempos, mendigaron justicia y un defensor que los asista. En la antigua Roma, los plebeyos, luego de una lucha plurisecular, secesión incluida, lograron la creación de una magistratura, el Tribunado  de la plebe, quien investido como inviolable fue el parapeto contra la arbitrariedad. En pleno auge del poder personal omnímodo, en siglo IV de nuestra era, surgieron los defensores de los ciudadanos cuyas funciones comprendían buscar alivio a las viudas, huérfanos y principalmente a aquellos que eran víctimas de las autoridades venales. Y de los jueces corruptos. Posteriormente, la Iglesia católica asumió tal papel y  desplegó legiones de defensores  en todos los ámbitos de sus dominios, instando a los depositarios del poder político que introduzcan  en sus legislaciones la función tutelar y designen funcionarios que cumplan esas funciones. Se acuñó la palabra miserabilidad como sinónimo de vulnerabilidad, y se instituyeron los Defensores de los Miserables.

Descubierto el  Nuevo Mundo, se procedió a la conquista de tierras, los originarios fueron sometidos y sujetos a una condición cuasi servil, lo que motivó la imperiosa  necesidad de amparo. Surgieron los Defensores de Indios, mitigando, de algún modo, la inhumanidad de los colonizadores. A inicios del siglo XIX, en  Suecia nace el Ombudsman como instrumento para el control gubernamental por parte de los gobernados, institución que se expande dentro de los Estados democráticos con la denominación de: Defensor del Pueblo.

Bolivia consagra su existencia constitucional. Los  primeros defensores aún a riesgo de su integridad personal cumplen sus funciones. Entronizados los dioses con pies de barro en el pode, creyéndose sempiternamente signados  para gobernar, convierten a tan loable entidad en defensora de sus protervas intenciones. La institución pierde su razón de ser al convertirse en patrimonio personal del déspota.

Parecen soplar buenos vientos para la elección de un nuevo defensor; si acaso continua el espíritu de unidad y de equidad democrática que se anuncia, tendremos un Defensor y no una marioneta servil y corrupta.

TEXTUAL

"Cucho Jordán Q.

Abogado, docente e  historiador del Derecho

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