La subasta
La película El Gladiador cumple 22 años, su director y el elenco de actores principales han merecido reconocimientos y loas; algunos críticos señalaron que el film no se ajuste estrictamente a los hechos históricos, como si la misión del cine fuera un manual de enseñanza y no una expresión artística. A mi juicio, la película en cuestión, tiene entre otros méritos, valerse de un momento desgraciado de la historia de Roma, para contar la decadencia moral y política del que en su momento fue el imperio más grande, donde convivieron méritos y deméritos, en los que aún la ficción queda debiendo.
Marco Aurelio, el emperador filósofo, poeta y extraordinario militar conquistador, en el lecho de muerte transfiere el poder a su hijo Cómodo, un atleta de una belleza singular, aspectos estos que marcarían la decadencia de un siglo de oro. Un célebre historiador de la época dirá: “Tras un siglo de oro llegó uno de hierro” y otros, tan celebérrimos, no ahorrarán adjetivos para referirse al gobierno de ese Adonis degenerado: desde su primera infancia fue cobarde, deshonesto, cruel, libidinoso y tuvo una boca envilecida y viciosa, sostienen por un lado, y por otro peyorativamente, resaltan su talento en la alfarería, baile, canto y silbidos. Su verdadera pasión fue enfrentarse en el circo romano como gladiador, 700 veces actuó en las arenas, eligiendo como rivales a quienes eran opositores a su gobierno. Mientras el Hércules de pacotilla llevaba armas letales, protegido su cuerpo por armaduras, sus rivales desnudos llevaban dagas de madera; así pudo afianzarse durante 12 años en el poder. Es fácil imaginarse que la resistencia y oposición creció por doquier, empero la larga mano del dinero y los servicios de los verdugos se extendieron en la misma magnitud. Llegó el día en que se pudo convencer a un general pretoriano de prestigio: Pertinax, dádivas en medio, asumió el complot, contrató un esbirro que asesine a Cómodo y gobernó de acuerdo lo pactado. Mostró idoneidad en el manejo público, acabó con las extravagancias de su antecesor, cumplió a cabalidad los pagos a la guardia pretoriana y se creó la animadversión de los corruptos, duró en el poder cuatro meses. Luego vino la hecatombe.
Surgieron dos candidatos posibles para asumir el imperio: Didio Juliano y Sulpicio, generales con asiento fuera de Roma. A la guardia pretoriana, dueña de la situación, no se le ocurrió otra idea mejor que subastar el poder al mejor postor. Y así fue, en pugna pública se proclamaba: "Sulpicio ofrece tanto; ¿cuánto más haces tú?". Y a Sulpicio a su vez: "Juliano promete tanto; ¿cuánto más le subes?". La historia registra lo dicho, como también hace constar: que en tal año (193-194) hubieron cinco emperadores.
TEXTUAL
"Cucho" Jordán Q.
Abogado, docente e historiador del Derecho