Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 03:42

La película El Gladiador cumple 22 años, su director y el elenco de actores principales han merecido reconocimientos y loas; algunos críticos señalaron que el film no se ajuste estrictamente a los hechos históricos, como si la misión del cine fuera un manual de enseñanza y no una expresión artística. A mi juicio, la película en cuestión, tiene entre otros méritos, valerse de un momento desgraciado de la historia de Roma, para contar la decadencia moral y política del que en su momento fue el imperio más grande, donde convivieron méritos y deméritos, en los que aún la ficción queda debiendo.

Marco Aurelio, el emperador filósofo, poeta y extraordinario militar conquistador, en el lecho de muerte transfiere el poder a su hijo Cómodo, un atleta de una belleza singular, aspectos estos que marcarían la decadencia de un siglo de oro. Un célebre historiador de la época dirá: “Tras un siglo de oro llegó uno de hierro” y otros, tan celebérrimos, no ahorrarán adjetivos para referirse al gobierno de ese Adonis degenerado: desde su primera infancia fue cobarde, deshonesto, cruel, libidinoso y tuvo una boca envilecida y  viciosa, sostienen por un lado, y por otro peyorativamente, resaltan su talento en la alfarería, baile, canto y silbidos. Su verdadera pasión fue  enfrentarse en el circo romano como gladiador, 700 veces actuó en las arenas, eligiendo como rivales a quienes eran opositores a su gobierno. Mientras el Hércules de pacotilla llevaba armas letales, protegido su cuerpo por armaduras,  sus rivales desnudos llevaban dagas de madera; así pudo afianzarse durante 12 años en el poder. Es fácil imaginarse que la resistencia y oposición creció por doquier, empero la larga mano del dinero y los servicios de los verdugos se extendieron en la misma magnitud. Llegó el día en que se pudo convencer a un general pretoriano de prestigio: Pertinax, dádivas en medio, asumió el complot,  contrató un esbirro que asesine a Cómodo y gobernó de acuerdo lo pactado. Mostró idoneidad en el manejo público, acabó con las extravagancias de su antecesor, cumplió  a cabalidad los pagos a la guardia pretoriana y se creó la animadversión de los corruptos, duró en el poder cuatro meses. Luego vino la hecatombe.

Surgieron dos candidatos posibles para asumir el imperio: Didio Juliano y Sulpicio, generales con asiento fuera de Roma. A la guardia pretoriana, dueña de la situación, no se le ocurrió otra idea mejor que subastar el poder al mejor postor. Y así fue, en pugna pública se proclamaba:  "Sulpicio ofrece tanto; ¿cuánto más haces tú?". Y a Sulpicio a su vez: "Juliano promete tanto; ¿cuánto más le subes?". La historia registra lo dicho, como también hace constar: que en tal año (193-194) hubieron cinco emperadores.

TEXTUAL

"Cucho" Jordán Q.

Abogado, docente e  historiador del Derecho

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