Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Estalló la paz

Estalló la paz

Ni se apagó el Sol ni se ocultó la Luna; el “Hacedor” simplemente huyó abandonando el barco, rumiando su fracaso se cobijó en tierras lejanas, al amparo de un benefactor que le permite despropósitos, amenazas y provocaciones. El pueblo, vencedor de la intolerancia, del miedo y la irracionalidad impuesta por el tirano, proclama su victoria, convocando a la concordia y la paz, sin vencedores ni vencidos, a la reconquista de la anhelada libertad que conduce a la democracia. Extraordinaria lección para todos los Estados civilizados del mundo y para todos los pueblos que asumen con admiración y respeto la decisión boliviana. No se impone la vendetta, se administra justicia respetando el debido proceso. No  impera el odio ni la segregación, se proclama la vigencia de los derechos sin distinción alguna; no se conculcan libertades, se ratifican garantías; no se apodera de instituciones, se reconoce y garantiza sus competencias constitucionales.

Quienes asumen el mando provisorio  del poder se obligan, ante Dios y ante el pueblo, a cumplir fiel y debidamente con los preceptos establecidos en la Carta fundamental y prometen someterse a la única servidumbre que no mancha: la ley y el honor patrio.

Ha estallado la paz y se han encendido las luces de un nuevo amanecer, se trazan las líneas maestras para un futuro que brinde mejores días para un país que supo sacar fuerzas en la desventura y supo imponerse frente a las adversidades. El resplandor del nuevo día ha oscurecido más de una década de ignominia y de mentiras, ha permitido imponer la sobriedad y la cordura con tesón y valentía. El pueblo sufrió en carne propia , el robo y el desprecio, hoy se enfrenta al futuro con la cara al Sol, con  audacia acrisolada, forjado en largas y heroicas jornadas. El pueblo todo entró a la historia con paso de vencedores, apostando que su voluntad expresada en las urnas será respetada a todo trance en lo futuro. Nada de lo que se diga, ni se quite, podrá ensombrecer las jornadas de los 21 días que permitieron la liberación. Fue una tarea de todos, y todos merecen respeto y gratitud. La sangre derramada es sangre del pueblo, todos somos dolientes; las heridas de nuestros hermanos produjeron nuestras cicatrices.

A estas alturas, y aún con el ánimo exultante, las tareas a emprenderse son de grave complejidad y requieren esfuerzo fecundo y renuncias necesarias; es preciso mostrar el mismo empeño, dedicación y esfuerzo desplegados en las jornadas de lucha, para consolidar las instituciones del poder político nacional (...).

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