Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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El Carnaval de Pumari

El Carnaval de Pumari

Don Carnal y doña Cuaresma, cada cual en su sitio, afirma el dicho popular, estableciéndose que —de esa manera— el libertinaje y recogimiento son caras de una misma moneda. 

Sin entrar en mayores consideraciones, el Carnaval boliviano, además de estar emparentado con la algarabía, música, bebida y baile también lo está con otras actuaciones, como la política, entre otras. Basta algunos ejemplos al respecto. 

Al presidente Daza lo hicieron víctima de una infamia, afrenta que hasta ahora se le endilga sin prueba alguna, cuando se le imputa ocultar la noticia de la invasión chilena, para proseguir con los festejos del Carnaval.

Otros gobernantes, a lo largo de la historia, aprovecharon para sus propios fines las carnestolendas, el anterior gobierno fue el que más prodigó en llevar las tradiciones festivas a un máximo grado de vulgaridad, al extremo de entonar letrillas denigrando a las mujeres y la maternidad.

Desde otra posición, estas fiestas fueron un pretexto para la demagogia, así el llamado General del Pueblo mandó a publicar una especie de mensaje de abstinencia y devoción patriótica manifestando: “Durante los días de Carnaval, en medio del general regocijo, he querido permanecer en austero recogimiento para reflexionar sobre la triste realidad nacional y buscar soluciones positivas a la problemática boliviana”. Sin embargo, afirman sus detractores, que en privado, en sus propiedades de Cochabamba, la fiesta fue sin parangón.

En el Carnaval del 2016 se produjo el prolegómeno para la caída del entonces gobernante, al grito de: ¡Bolivia dijo no!, coreada por danzarines y espectadores, el palco oficial se fue vaciando paulatinamente, el dios Momo se quedó sin platillero.

Aprovechando las carnestolendas de este año, Marcos Pumari ensayó un globazo, con la intención de crear expectativa acerca de su última decisión en relación a la bajada del caballo de su partido liderado por Luis Fernando Camacho. El anuncio del parto de los montes, resultó cantinflescamente irrisorio, seguiría en carrera. 

El jolgorio tiene sus propias connotaciones, por un lado, alegría y belleza, pero también sus propias desventuras, unas con tintes estrambóticos como la comedia y otras aciagas y funestas muy próximas a la tragedia.