Armando la guillotina
Al día siguiente de la caída del muro de Berlín, uno de los más prestigiosos tratadistas, Alain Touraine, impactado por el hecho, escribió los años 2006-7 sobre el prolongado y tortuoso camino que hubo que recorrer la democracia, para enseñorearse como el sistema político más próximo a la concreción de los ideales de libertad e igualdad que los seres humanos ansían. Este régimen, antítesis exacta de aquellos que sostienen y predican paraísos perdidos, reinos del autoritarismo y la voluntad omnímoda del líder carismático, el partido o la ideología de la sumisión y el desprecio, en la cual la élite dirigente asume la voluntad popular y el hombre es un mero engranaje recargable. Sostiene, el autor, que sistema incluyente, solo es posible en la medida en que todas las instancias que median entre gobernantes y gobernados asuman la existencia del espíritu democrático y ejerciten los valores que la inspiran, entre ellos la dignificación de la persona humana y la vigencia del Estado de Derecho.
En el caso nuestro, el difícil camino a la democracia tuvo su propia dificultad frente a las arremetidas de los sistemas antidemocráticos de la década de los sesenta, de tales experiencias surgió la convicción y voluntad popular de su recuperación, tarea de sangre, sudor y lágrimas.
Posteriormente, los años 2006-7, los constituyentes bolivianos modificaron la Carta Constitutiva, ratificando los principios democráticos y la vigencia del Estado de Derecho y se proclamó que la esencia y el destino del régimen se basaba en el valor y la dignidad humana (Art.306.V), consagrando, para el efecto, derechos, garantías y acciones de defensa.
El mesiánico gobernante guardó, cual Melgarejo, la Carta en el bolsillo e impuso su voluntad. Fue que frente a ese desatino e ilegalidad, el pueblo se impuso. El tirano renunció y dejó el país, nombrado un gobierno de transición con el objetivo de convocar a elecciones e reinstalar la democracia. La mujer nombrada para el efecto, cumplió sagrada y puntualmente ese cometido. El sátrapa y sus secuaces llamaron a tal cumplimiento: golpe de Estado y centraron toda su acción en la venganza.
Y ahí estamos. La señora Áñez, privada ilegal e ilegítimamente del ejercicio de sus legítimos derechos, privada de su libertad, procesada por un órgano judicial vil y corrupto. Agazapados y temerosos, jueces y fiscales retrasan su sentencia. La inocencia de la encausada los afrenta, no obstante, la prebenda los anima a seguir armando, sigilosamente, en las sombras: la guillotina.
TEXTUAL
"Cucho” Jordán Q.
Abogado, docente e historiador del Derecho