Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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¿Y si desbloqueas tu mente?

¿Y si desbloqueas tu mente?
¿Y si entendemos que todos somos iguales, que cada boliviana y boliviano se merece un mejor país? Tal vez así podamos comprender que es posible la unión entre todos, tal vez así podríamos llegar a darnos cuenta que “bloquear” nuestras mentes no es el mejor camino. Día tras día, en el último mes, vimos a bolivianos movilizados, a gente que decidió luchar por nuestra democracia. Jornada tras jornada se reflejó en diferentes actividades la labor de quienes consideraron que era necesario levantar la voz. Se vio a la gente dejar de lado sus labores diarias, resguardar su hogar y salir a las calles a reclamar por lo que consideran que era injusto. Por más de 21 días, mujeres y hombres se armaron de pitas, cánticos y ollas para pedir que se respete su decisión y determinaron unirse para hacerse escuchar. Un vecino se dio cuenta que estaba rodeado de otras personas; una mujer descubrió que podía preparar una cena o un almuerzo fuera de casa y que lograría llenar muchas más bocas que las acostumbradas. Un papá entendió que el papel de súper héroe no era solo figurativo y que más allá de todo tenía que salir a proteger su hogar de quienes amenazaban su integridad. En esos días, un policía decidió levantar los brazos y empuñar en sus manos el mástil para hacer notar que es parte de una sociedad y que el hecho de portar un uniforme no lo aparta de la realidad; de la misma manera, un militar decidió salir a las calles para cuidar a su familia, su familia boliviana, llevando en las manos el deseo de libertad y democracia. De la misma forma en la que relato el papel de cada de uno de esos personajes, tengo y quiero mencionar a esa mujer campesina que decidió hablar y hacer conocer que era obligada a defender intereses de unos cuantos, sin saber realmente el riesgo que estaba corriendo al dejar su familia, su pequeño pueblo, su hogar bajo una mentira de que era odiada y que su lucha era para no ser discriminada. No puedo dejar de lado a ese hombre extranjero que llegó de un país hermano porque allá no tenía nada para comer, porque allá lo único que hacía era luchar por vivir un día más a la suerte de lo que pueda suceder y sin siquiera poder comprar un pan para repartirlo entre los que ama. Quiero creer, como vos, que avanzamos, que estamos unidos, que entendimos que somos un mismo país; quiero saber que no me importa si usas pollera, poncho o sombrero; que no me interesa si tu piel es morena, blanca, o mulata. Simplemente… ¡quiero creer que somos Bolivia!