El cuento del tío
Me confieso admiradora de los perpetradores del cuento del tío tradicional. En una sociedad donde la violencia es el arma fácil para conseguir lo que cualquiera se propone, la existencia o sobrevivencia de esta especie de robos, es encomiable.
Para robar con violencia o hurtar aprovechando algún descuido, no se requiere mayor esfuerzo ni capacidad; pero hacer que alguien se desprenda de sus bienes por voluntad propia precisa talento.
Tener una buena historia es fundamental para el cuentista, aprenderla y representar el papel también son necesarios, el resto queda en manos de la víctima y su codicia.
En relación a las técnicas que emplean los amigos de lo ajeno, y que a menudo le arrebatan a uno no solo un bien material sino también la estabilidad emocional dejándole por meses lleno de miedo e inseguridad, el cuento del tío en sus diferentes versiones: la herencia, el billete de lotería, el tesoro de libras esterlinas, el dinero en la calle y otros, le dejan a su víctima una gran enseñanza, pues es su avaricia la causa de su situación. Ese es el elemento decisivo para que el cuento funcione.
Incluso se dice que en sus orígenes las víctimas no lo denunciaban por no poner en evidencia su flaqueza moral; pero es claro que los tiempos han cambiado.
Ahora las víctimas de una nueva estafa somos usted y yo, y todos los bolivianos. Hace unas horas se hizo público que han desaparecido 331 kilos de oro valuados en aproximadamente 18 millones de dólares, que fueron decomisados el 2019 en el aeropuerto de El Alto, cuando intentaban ser exportados hacia Dubai por una empresa comercializadora, con documentos falsificados.
En los meses siguientes, vayamos a saber qué historia le contaron al investigador y al fiscal asignados, para que decidieran en febrero nombrar custodio del oro secuestrado nada más y nada menos que al representante legal de la empresa investigada por intentar exportar el oro ilegalmente.
La empresa ya no se encuentra en la dirección que proporcionó y el oro tampoco. No sé si a usted le pasa como a mí, que lo que me indigna más a estas alturas no es tanto la estafa del oro desaparecido junto a sus custodios, sino la estafa del aparato judicial que desde que tengo memoria nos promete idoneidad y justicia; pero cada día hace gala de ser y proporcionar lo contrario.
ABAJO Y A LA IZQUIERDA
CECILIA CHACÓN R.
Feminista y exconcejala por la ciudad de La Paz