Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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¿Conforme y feliz?

¿Conforme y feliz?

Cecilia Chacón R.

¿Por qué terminamos por conformarnos con lo que no nos satisface y no cumple ni los estándares mínimos de calidad? ¿Por qué lo mediocre se ha impuesto y nos gobierna? ¿Por qué toleramos lo inaceptable, desde el transporte, pasando por la corrupción, hasta los deficientes servicios públicos y  privados por los que pagamos?

No estamos cómodos con la situación, pero sin duda a la mayoría le molesta más la persona que se atreve a levantar la voz y cuestionar, porque además de denunciar lo incorrecto, su actitud implícitamente devela nuestra pasiva y silenciosa complicidad, y eso no es agradable para nadie. 

Por eso, resulta incómodo quien es capaz de pensar y actuar por sí mismo, quien no teme sobresalir entre la media impuesta o convenida, aunque el  precio que deba pagar sea el rechazo y la condena de aquellos que se ven expuestos.  

Lamentablemente aprendimos a ser mediocres. Un estudiante capaz de recitar de memoria la lección era lo esperado y apreciado por la mayoría de los maestros, a muchos de los cuales les hubiera desagradado alguien que cuestione el sentido de lo aprendido, su utilidad para la vida, que confronte datos, que acuda a otras fuentes, que empuje al maestro a salir de su zona de confort e ir más allá a aprender junto con el estudiante. Seguro hay excepciones, pero me temo que nuestra historia cuenta  más casos de los primeros que de los últimos. 

La  mediocridad puede deberse a incapacidad real; pero predomina la voluntaria: la que se impone por la ley del mínimo esfuerzo, la que se aprende y crea una suerte de fraternidad entre mediocres que cuando se ve expuesta por alguien que la rompe busca rápidamente su aislamiento. Ese es el castigo a la disrupción del orden pactado. 

La naturaleza gregaria del ser humano hace que generalmente el sistema funcione con éxito en base a esa lógica de premio-castigo, dice un pensador canadiense al respecto que “es difícil resistir la presión de la mediocridad”. Yo creo que la fuerza puede servir para dos cosas: detener el movimiento o producirlo; es más propenso a dejarse  limitar quien no tiene autoestima, convicciones o aspiraciones propias, pero quien las tenga, difícilmente será fagocitado por el colectivo. ¿Ustedes qué creen?