Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El “tren” metropolitano: devaneos, mitos y realidades

El “tren” metropolitano: devaneos, mitos y realidades
A estas alturas resulta tragicómica la abultada y disparatada diversidad de opiniones respecto a la implementación del “Tren Metropolitano”. Sin duda un proyecto de estas características interpela a distintos sectores de la sociedad. Lo que no es evidente es la ligereza, el desconocimiento o el tratamiento maniqueo que se le ha dado al tema. Lo primero es que la misma denominación de “tren”, impuesta por el desarrollismo criollo, convoca toda una serie de ideas preconcebidas que van en contra del mismo proyecto. Lo que habría que poner en claro inicial y definitivamente es que no se trata de un tren sino de un tranvía, cuyas características varían sensiblemente del primero y definen su adaptación a entornos urbanos de distinta índole.
Más allá, los argumentos son de lo más inverosímiles. El primero alude a la inseguridad vial que se generaría, hay quienes demagógicamente se preguntan ¿Qué pasará con nuestros niños y ancianos? Habría que explicarles, aunque seguramente ya lo saben, que la velocidad máxima de circulación del tranvía alcanzará los 40 Km/h y que las características de circulación suponen su adecuación a las condiciones específicas del entorno. Por otro lado, es imprescindible que se respeten la normativa y la señalización vial, pero esto vale tanto para el tranvía como para el automóvil o los buses. Per se el tranvía no implica ningún incremento en los niveles de inseguridad vial.
Otro argumento en contra es el supuesto incremento en la congestión vehicular. Desde la perspectiva de la Movilidad Urbana, este razonamiento es impreciso y corresponde a una visión maniquea. Habría que recordar que uno de los principios para la transformación de las condiciones de movilidad es precisamente la reducción la cantidad de vehículos “particulares”, dado su alto consumo energético, las altas emisiones de contaminantes y de superficie de vía ocupada. Esto solamente será posible si se restringe progresivamente su presencia y se implementan sistemas de transporte en común capaces de satisfacer efectivamente las necesidades colectivas.
Por otro lado, si bien se pretende reconocer la importancia del “tren metropolitano”, se esgrimen toda una serie de razones que impedirían su paso “por la ciudad”. El primero de ellos, claramente político, dio cuenta de las pugnas entre el gobierno municipal y el Plurinacional, esta razón que es una sinrazón determinó que el recorrido del “tren” sea proyectado a lo largo del curso del río Rocha y no por las calles de la ciudad. El argumento es que las calles de nuestro centro (Distrito 10) no han sido diseñadas para que un “tren” las recorra. Argumento deleznable si los hay. Es necesario recordar que una de las características de los tranvías es su versatilidad y capacidad de adaptación a entornos diversos, entre ellos centros históricos.
En la misma línea, se plantea que ¡no existe un “plan de reordenamiento vehicular”, argumento utilizado recurrentemente para posponer las cosas. Se presupone que un plan es un instrumento grandilocuente capaz de definir el futuro al mínimo detalle. Se trata otra vez del sueño funcional racionalista, cuyos fracasos han demostrado que esta lectura lineal, simplista y voluntarista generaron transformaciones virtuosas. En todo caso, es posible pensar en instrumentos más ágiles que definan un esquema de intervención flexible, capaz de evolucionar y cuyo principio de base sea precisamente la reducción progresiva de automotores en el centro. Muchos hablan de transformar las condiciones de movilidad urbana, pero, ignorando los principios básicos, pretenden reproducir las fórmulas que definieron la insostenibilidad actual.
En medio de esto aparecen “propuestas” que harían enrojecer al propio Le Corbusier, representante del antiurbanismo por excelencia. Teleféricos y pasos elevados dan cuenta de la reproducción de una lógica tecnocrática incapaz de incorporar al tranvía en las dinámicas urbanas.
Pensar la diversidad como fundamento de lo urbano, donde la presencia del tranvía pueda efectivamente contribuir a generar transformaciones positivas en nuestras formas de habitar la ciudad, parece una quimera. Lo fundamental de un sistema como el de tranvías es su adaptabilidad, su capacidad de articulación a otros sistemas, su mayor eficiencia energética y de transporte, su capacidad de “compartir” la vía con otros medios, las condiciones de adaptación y cualificación el entorno urbano, la reducción de las emisiones contaminantes, etc. Si el tranvía es pensado como parte de la ciudad, las condiciones para su desarrollo y para la transformación urbana son propicias. Sin embargo, parece priorizarse la vía contraria, la separación, la segregación, la especialización. La razón tecnocrática se impone a la “razón” urbana, los pseudo urbanistas se olvidan de lo urbano.

ANDRÉS LOZA ARMAND UGÓN
Arquitecto urbanista y miembro del Taller colectivo ReHABITAR
[email protected]

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