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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Wiñay

Crítica sobre la película dirigida por Alvaro Olmos, que ese estrena este jueves 11, en Prime Cinemas.


El jueves 11 de abril, a las 19:30, en el Prime Cinemas en Cochabamba se estrenará la película Wiñay del director y guionista Alvaro Olmos. Del creador detrás de este “crecer eternamente”, el mayor dato y antecedente es el bien tratado documental San Antonio estrenado el año 2011.

Wiñay o crecer eternamente es una película en la que la mayor pretensión es contar una historia desde la complicidad de un viaje de dos mujeres que acaban de conocerse y que recorren un camino, no tan fascinante, ni tan aburrido, en un pequeño jeep blanco; pero que por razones obvias de la trama terminaran en un gran pacto de amistad. Lo que se ve en la pantalla se aleja a la pirotecnia histórica, o del mundo del hampa, o de la lentitud sobrecargada de inclinaciones semióticas o discursos de cine de autor, que últimamente se ha ido convirtiendo en la propuesta del cine nacional.

El contar algo es inseparable del quehacer cinematográfico. Las películas que construyen una memoria colectiva son las que nos hacen habitar el a veces abandonado lenguaje que nos sintoniza con nuestros deseos simples; casi siempre los de sobrevivir en calidez con el tiempo. Cuando vemos una película visualizamos un tejido o una sumatoria de muchas dimensiones que abrigan un peso más grande o el resultado de una ecuación alquímica. Un largometraje no solo debe tener en cuenta un elemento, de lo contrario, el resultado puede ser desequilibrado.

Wiñay es una película sobre la desesperación del cuidarse y en la misma medida del cuidar al otro. La necesidad de preservarse ante el batir trágico del destino y las decisiones sobre lo que la oracular divinidad construye sobre nosotros hacen que la película tenga espíritu, a pesar que el tema es el adolecer de este. Susane brillante por su frialdad y desconexión con el sentido de la realidad con la que convive, fantasma, perturbada en su asunto personal, desesperada por calmar el corazón. Detenida con su compañera en medio del monte, en un jeep blanco como refugio, recuerda haber apuntado con una pistola a alguien que le rompió el corazón y con más violencia el plan de su vida, pero también y con total claridad recuerda llevar el cañón a su cabeza. No sabía que los ancestros podían ser tan resentidos, dice con su acento extranjero combinado con el tono local. Siendo a la vez de ninguna parte.

Si habitamos a partir del lenguaje el mundo, el perderlo, el sincretizarlo a la fuerza como una lucha para tratar de sostener un lugar asignado en el mundo, nos conduce tarde o temprano a la decepción. La condena del viajero, está en las entrañas, adolece por la búsqueda que no cesa, por el vacío de haberse o haber sido abandonado. Llegar nunca es suficiente, siempre se espera otra partida. La película de Olmos, es un tratado sobre la decepción de adolecer la caída del alma. Es decir, de perder la palabra justa, o con mayor necesidad de tratar de encontrar la palabra necesaria que calme.

La trama se desarrolla a partir de la reservación de un programa para experimentar el ritual del viaje astral con la ayahuasca. Ese es el detonante del encuentro de los personajes. La necesidad de reconectar con la naturaleza de lo que un día pensaron que fueron, por eso la búsqueda de lo espiritual. El propio término de lo espiritual, como dice Torrance, es un indicativo de la separación con lo natural, de la sensación del constante sentimiento de vacío. Pues la distinción con respecto al cuerpo coloca al espíritu desalbergado en un estado de incompleción e indigencia. Susane es francesa y la conductora del auto que es el escenario más vital de la película. Sufre del ataque de la tierra y debe sostener ese adolecer del alma en su cuerpo, en su rostro, en su tono gastado, en su cuerpo delgado, en su torpe y curiosa forma de sostener el arma en su cabeza.

No me quiero ir, dice cuando ya todo está perdido, cuando al parecer el viaje ha sido un ejercicio inútil y el objetivo de este va quedar en la nada. Yo me quedo contigo le responde Sole la otra mujer que viajo junto a ella. El cuidado es inminente. Ambas heridas; pero la complicidad ya es de acero.

Heidegger dice que el cuidar, en sí mismo, no consiste únicamente en no hacerle nada a lo cuidado. El verdadero cuidar es algo positivo, y acontece cuando de antemano dejamos a algo en su esencia, cuando propiamente realbergamos algo en su esencia; cuando, en correspondencia con la palabra, lo rodeamos de una protección, lo ponemos a buen recaudo.

¿Y tú quieres curarte de algo? Al inicio del viaje surge esa pregunta. En medio de una total indiferencia por el mundo. Solamente ellas dos y el deseo de superar el vacío del oracular tiempo del destino. Poco después han perdido todo, aunque en la misma medida de a poco lo van recuperando todo. Te dije que íbamos a tener una aventura, es la frase que surge en medio de la noche, en un lugar al que desconocen por completo. Sonriendo repiten; Todo por la aventura.

El mayor acierto de Crecer eternamente, es el lenguaje de la imagen, la artesanía dedicada por generar un panorama visual, que genera melancolía, una distancia que es grata, que se deja añorar. Wiñay es una película que cuenta algo; dos personas y un auto recorriendo un camino; no es importante el viaje. Sino dejar de adolecer el espíritu. Y a pesar de las marcas del pasado, de las malas decisiones y de las decepciones. La necesidad por cuidarse, por sobrevivir y por cuidar al otro es todo lo necesario.

tarinki wiñay kausakuyta qan: con esa fe podrás sobrevivir.

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