Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 20:25

Un vaquero cruza la frontera en silencio

Un vaquero cruza la frontera en silencio del periodista mexicano Diego Enrique Osorno, que estuvo en Bolivia el pasado mes de agosto.

Un vaquero cruza la frontera en silencio

Ingresa algo atrasado. Lleva una camisa de vaquero a cuadros y unas botas de piel de cocodrilo. Tiene el cabello cortado como el de Kevin Bacon de los años ochenta. El de Footloose, el de Quicksilver. Se sienta detrás de un escritorio pequeño y saca su laptop: sobre el logo de la manzana pegó un sticker de El Pelavacas, en color rojo. Diego Enrique Osorno, uno de los mejores periodistas mexicanos de la actualidad, está a punto de iniciar sus clases sobre la crónica.

El vaquero camina en silencio. Es mudo y aprendió algunas señas rudimentarias para comunicarse. La llanura se extiende hasta el horizonte, calurosa y vacía. Más allá está frontera. Y, más allá, tal vez la esperanza. Así inicia Un vaquero cruza la frontera en silencio (novela-no ficción-crónica publicada por Random House), de Diego Enrique Osorno. 

Tiene una mirada que indaga como los halcones o los zopilotes. Tiene la voz algo ronca y es un hombre descomunal, pero cuando habla es tranquilo y a momentos titubea. Diego Enrique Osorno es periodista desde los 17 años. Antes de hacer crónica (el género mayor del periodismo) cubrió notas sobre la corrupción y asesinatos en México, cerca de la frontera con Estado Unidos, y años después ganó el Premio Nacional de Periodismo en México.

La historia de Gerónimo, el vaquero que cruzó la frontera en silencio, es la historia del tío de Diego Enrique Osorno. El padre de Gerónimo mató a su hermano, sin querer. Y esa muerte le pesará todos sus años de vida. Luego nació Gerónimo y meses después, sus padres descubrieron que estaba sordo. Vivir en la frontera y ser sordo era sinónimo de una muerte prematura, pero Gerónimo no murió. 

Diego Enrique Osorno pide que nos presentemos. Todo va bien hasta que habla un periodista que trabaja para Univisión, en Bolivia. Su presentación dura media hora. Mi colega, a mi lado pregunta: ¿Todos los periodistas son así de ególatras? Le dije que la mayoría sí. ¿Y la minoría?, pregunta. Hace su trabajo, respondo. 

Gerónimo cruza dos veces la frontera hacia los Estados Unidos. Todavía no hay un muro que será construido para evitar la migración. La segunda vez decide quedarse. Es la época de los hippies. Es la época de la guerra de Vietnam. Allí decide trabajar y estudiar, tiene más oportunidades. Allí conoce a su futura esposa. 

El segundo día, Diego Enrique Osorno nos habla sobre lo importante de la investigación para hacer crónica. Pregunta si alguno leyó los textos que envío (tres crónicas que escribió sobre desparecidos en la frontera de México). Levantamos cuatro personas la mano, los demás prefieren opinar. 

Un vaquero cruza la frontera en silencio es una novela de no ficción (aunque suene contradictorio) escrito con precisión y con oficio. Con ese oficio que Osorno tiene de periodista y con ese oficio que tiene de generar escenas (ver el documental hecho para Netflix: 1994, que Osorno dirigió). 

Osorno es cronista del infierno. Escribió sobre el incendio de la guardería ABC. Escribió sobre el Cartel de Sinaloa. Escribió sobre el Cartel de los Zetas, que una tarde abrió fuego, en ciudad de Mier, a la alcaldía y a la policía, e hizo desaparecer a 300 mil personas en México. 

Gerónimo mira el horizonte, su amor, con la sensación de que los días son eso: días que a veces no tienen nombre. Se acostumbró al olor de la frontera, que es el mismo olor de la partida.   

Periodista y escritor – [email protected]