Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 00:00

Mi serenidad se vuelve locura

Mi serenidad se vuelve locura
Las mujeres de mi generación hasta el año pasado, estábamos involucradas en muchos trabajos, realizábamos múltiples actividades desde las domésticas y las no domésticas. Nos divertíamos, desarrollamos innumerables compromisos económicos, sociales  y organizativos que nos llenaban la vida, pero también nos mantenían activas, llenas de esperanza, de alegría y nos inundaban de satisfacción.  Es verdad de esta forma, una se siente tan humana, cuando miras a tu alrededor y percibes que muchas y muchos están caminando a tu lado buscando nuevos horizontes, luchando por cambiar, por reparar, por avanzar, por mejorar el camino de la existencia, cuando sientes que tus sueños son compartidos porque otro mundo y otra vida es posible.
Es verdad, de lejos, podemos decir que no vivíamos en el paraíso, no era lo ideal, faltaba mucho, se cometieron errores evitables, las mujeres aún no alcanzamos que se supere el patriarcado y tampoco se le hizo un rasguño ni al capitalismo ni al colonialismo. Pero en fin, no había miedo, ni amenazas permanentes, los salarios llegaban a tiempo, muchos y muchas tenían trabajo, los y las niñas asistían a la escuela y los jóvenes a las universidades; hubo espacios de encuentro de los comunes y la posibilidad de construir comunidad. A pesar de todo, había estabilidad, tranquilidad y serenidad.
De pronto vino un cambio de gobierno y se presentó una realidad diferente, que nos dejó abrumadas, que rompió con la concordia y tuvimos sobresaltos, temor de mirar hacia el futuro, un futuro sin horizonte, sin perspectivas y sin cariño ni respeto por los diferentes, por los humildes.
Junto con ese cambio sorpresivo y de la manera más cruel y estupefacta, aparece en el mundo ese bicho infeliz que nos deja anonadadas. Esa pandemia nos deja sin posibilidad de salir, nos encierra en las cuatro paredes de nuestra casa y nos aleja del activismo, del encuentro con los otros y nos aleja de la calle y de los espacios de la ciudad.
El encierro por causa de esa nociva pandemia y de la nueva administración del Estado con sus actos fallidos, nos están llevando a la locura y  perplejidad. No salimos de una sorpresa negativa y ya estamos entrando en otra, y así vamos acumulando penas, tristezas y rabias que afectan nuestra estabilidad emocional.
Estamos en una carrera de apropiación indebida del dinero, tal como un ladrón que solo sabe robar. Son tantas acciones de muerte, porque no se tiene un plan contra el virus, no se implementan análisis de detección, solo se miente y se roba cuando se compra algún equipo o se compran respiradores que no funcionan. Se deja a los niños en la ignorancia, se mata su creatividad y sus ganas de aprender, se reprime las protestas de hambre y de agua, y se criminaliza esta protesta, se vende al país a precio de gallina muerta, se roban los fondos del Banco Central, de ENTEL, de Yacimientos y de BOA, y de esta manera se retrocede, se adquieren préstamos de los bancos internacionales imperialistas especuladores, que nos sofocarán hasta el cuello. Se negocia a ocultas nuestro litio y no sabemos nada de nuestras tierras raras. Se paralizan todas las obras de infraestructura, se quita el presupuesto a los municipios y, lo más doloroso, se paralizan las obras de un proyecto muy anhelado por los cochabambinos, el Tren Metropolitano.
Se agrede, se insulta, se miente, se violenta, se encarcela y se discrimina. ¡Cómo no pasar de la serenidad a la locura!

MARÍA ISABEL CAERO
Arquitecta
[email protected]