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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Roberto Navia: “Messi es un cuentista y novelista. Cristiano, un periodista de investigación”

Entrevista con el galardonado periodista boliviano a propósito de su trabajo.
Roberto Navia: “Messi es un cuentista y novelista. Cristiano, un periodista de investigación”


Roberto Navia (Santa Cruz de la Sierra, 1975) tenía claro desde pequeño que su vida iba a girar alrededor de las letras. A sus 10 años empezó a viajar con sus padres y hermanos en las carrocerías de los camiones de un pueblo a otro. Ahí dentro iban otras familias que le contaban sobre sus vidas. En ese momento nació su hambre por contar historias. Desde entonces, como periodista, se convirtió en un viajero compulsivo que se sienta a escribir para hacer honor a los dueños de las historias que ha ido a buscar.

Su trabajo, según admite en una entrevista, le ha permitido “tirar piedras a la ventana del poder para que despierte”. Dice que no escribe para buscar premios, sino para contar historias. Sin embargo, la pasión por su trabajo ha sabido recompensarlo. En 2007 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su reportaje Esclavos made in Bolivia. En 2013 recibió el Premio Internacional de Periodismo Rey de España por su trabajo en Tribus de la inquisición, galardón que volvió a repetir este año con el trabajo multimedia titulado Los colmillos de la mafia, publicado en el diario El Deber, que aborda el tráfico y la caza ilegal indiscriminada de colmillos de jaguar en Bolivia.



-¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?

Hay partes en los que El motel del voyeur, de Gay Talese, despierta carcajadas. Como cuando la corbata de Talese se filtró por la rendija de observación bajo riesgo de que todo quede descubierto. He leído el libro por tercera vez y su efecto sigue ahí. Una lección de periodismo de investigación que lleva al análisis, a la risa, al asombro, a hacerte muchas preguntas. El poema de Charles Bukowski, Cómo ser un gran escritor, me hizo reír con las entrañas.



-¿Qué libro le cambió la vida?

Muchísimos. Pero fue Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, el que movió mi universo narrativo: la forma de ver y contar el mundo, de sentir la vida y la muerte. El estilo de Saramago irrumpió como una música diferente por todas mis ventanas. Aplacó mis incendios con una lluvia animal para que los demonios huyan en estampida.



 -¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?

Mi papá, que era carpintero, sin decir una sola palabra y dando el ejemplo, me aconsejó que haga de la lectura un hábito de toda la vida. Mi mamá, que hay que ayudar al próximo y a compartir el pan. Y mi abuela repetía hasta el cansancio que con el primer sueldo debía comprarme una buena cama, para descansar como Dios manda.

 

-¿Quiénes son sus influencias periodísticas?

De entrada, los imprescindibles: Martín Caparrós, Leila Guerriero, Jon Lee Anderson, Svetlana Alexievich, Ryszard Kapuscinski, Rodolfo Walsh, Gay Talese, Tom Wolfe, Claudio Ferrufino-Couqueugniot, Juan Villoro, John Hersey, Tomás Eloy Martínez, Ricardo Piglia y todo el mundo vital de la música, la poesía, las películas y los documentales.

Los del boom latinoamericano, sin duda. Pero no solo sus obras literarias, sino la misma vida de los autores que son verdaderas crónicas de no ficción. Se suman los clásicos de la literatura universal, las riquísimas obras de autores europeos y la potencia directa de la escuela norteamericana, desde Ernest Hemingway y Truman Capote hasta John Kenneth Turner y John Redd. 



-¿Qué significa ser un periodista?

Un periodista es un viajero compulsivo que después de mandarse a cambiar por lugares de donde muchos quieren salir, se sienta a escribir para hacer honor a los dueños de las historias que ha ido a buscar, y así, justificar también sus eternas ausencias y los futuros viajes. Ser periodista significa también ir contra la corriente del periodismo que se viene haciendo de memoria, de ese periodismo que reniega del poder pero que, irónicamente, está enamorado de él, lo sigue a todas partes y asiste puntual a sus conferencias de prensa. Significa mirar a los ojos a la gente y sobretodo, salir a las calles, subir a las montañas, bajar al desierto, mandarse a cambiar eternamente.



-¿Qué libro regalaría a un estudiante de periodismo para introducirlo en la profesión?

Hiroshima, de John Hersey. Altamente recomendado para principiantes y expertos en periodismo, en literatura. Y Rigor Mortis, de Álex Ayala. Es un libro de crónicas que trata sobre la muerte pero a la vez sobre una profunda fascinación por la existencia.

 

-¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?

Son muchos y cada vez más. Uno de ellos es Aguas Calientes, en Santa Cruz. Se trata de un enorme ojo de agua tibia donde es genial bañarse a la medianoche, envuelto en una neblina de película, amparado por una luna buena y los sonidos luminosos que salen de las gargantas de las garzas que alumbran la noche desde los árboles nobles de la Chiquitania. Y el mar, en cualquier parte del mundo.

 

-Respecto a su trabajo ¿de qué está más orgulloso?

De haber viajado en busca de los ‘nadies’ de este mundo, de los que no tienen quién les ladre, de los anónimos de siempre, de aquellos que no tienen la fuerza ni el poder para convocar a una conferencia de prensa. De haber contado la historia de los Ángel Antezana que fueron víctimas de linchamiento en una plaza del pueblo, de los jaguares que son matados en la amazonia para arrancarles sus colmillos que luego, en el mercado de China, son vendidos a precio de oro, de los emigrantes sometidos en talleres clandestinos de costura de Brasil y de Argentina, de los miles de mexicanos que cada día juegan sus cartas de sobrevivencia bajo el fantasma del ‘narco’.

 

-¿Cómo ve el estado actual del periodismo latinoamericano?

El periodismo latinoamericano está narrando el mundo con la solvencia de la buena escritura, de la pasión desbordante de cronistas que no se conforman con las noticias coyunturales: buscan, viajan, se meten en lugares de conflicto y de riesgo, investigan sobre hechos de corrupción, dan voz a héroes anónimos y se enfrentan al poder. Existen muchos medios que acompañan a estos periodistas de raza, pero también muchas historias se investigan y se publican por el esfuerzo particular de quienes no se conforman con la noticia cotidiana, sino que van más más allá y van trabajando sus historias en silencio, en su poco tiempo libre y en sus vacaciones. Son verdaderos apóstoles de esta profesión.

 

-¿Qué lo deja sin dormir?

Después de cada viaje llega el momento de ponerme a escribir. Son jornadas duras y emocionantes. Los personajes que encuentro en el camino recobran vida y me hablan en la madrugada. A media noche me dictan párrafos y yo despierto a escribir para que no se pierda nada, para atar un título por aquí, para cerrar un párrafo por allá, para cambiar un texto que de día no palpitaba como es debido…

 

-¿Qué música escucha en el carro?

Voy y vengo entre la música electrónica, el rock latino, la clásica. Y de vez en cuando suena la ópera de Puccini, Turandot, que como el personaje de Millás, utiliza como banda sonora mientras maneja su taxi cazando historias. La disfruto mucho sobre todo cuando salgo de la ciudad, cuando me meto en la carretera.

 

-¿Qué espacio de su casa es su favorito?

Mi casa es un viaje constante. La galería me lleva a la selva tropical porque está rodeada de helechos y de árboles de cayú, de chirimoya de guanábana y bambú; la sala, que es uno de mis sitios de lectura, me transportan a los mundos y personajes que encuentro en los libros que palpitan como un corazón enorme; mi estudio me hace viajar a mi mundo interior donde están guardadas las historias que aún no conté; la cocina, a los colores, sabores y olores de los países de los que siempre traigo algo para recordarlos y que me abren el apetito por la vida; y mi dormitorio, a las puertas de un manantial porque esa cama espléndida me lleva a encontrarme con la energía perdida a lo largo de la jornada y que comparto con Karina, mi amada esposa y compañera de vida, de todos los viajes y de las historias.

 

-¿En su nevera siempre hay..?

Siempre hay jugos de fruta de temporada, tomate deshidratado, quesos y aceitunas.

 

-¿A qué edad se dio cuenta de que quería ser periodista?

Cuando era niño, a partir de los 10 años, con mis padres y hermanos viajábamos en las carrocerías de los camiones de un pueblo a otro en busca de días mejores. Los caminos eran de tierra y los camiones se quedaban plantados días, semanas. En esas carrocerías también iban otras familias de distintos lugares del país. Me sorprendían las diferencias, los modos de hablar, me contaban sobre sus vidas y sus paisajes. Y yo quería contar todo eso. Ahí nació mi hambre por contar historias.

 

-¿Primera borrachera?

Fue con tequila y con una buena conversación en tiempos de la universidad. Ahí descubrí que el alcohol no era mi amigo entrañable, pero sí las tertulias. Recordar aquella jarana duele.

 

-¿Un sueño recurrente?

Sueño con la lluvia y despierto con el olor a tierra mojada. Sueño que llueve mientras conduzco y la carretera después se ilumina con nubes de vientre amarillo.

 

-¿Qué le asusta?

La monotonía. La repetición.

 

-¿De pequeño quería ser?

Periodista, escritor, director de cine. Un contador de historias, de muchas historias.

 

-En una fiesta de disfraces ¿de qué se disfrazaría?

De Don Quijote de la Mancha.



-¿Messi o Cristiano?

Ambos. Messi es un cuentista y novelista que escribe historias mágicas con sus pies superdotados. Cristiano es un periodista de investigación que escribe en profundidad, que siempre está ahí para cuestionar los caprichos de la pelota.

 

-¿Su especialidad en la cocina?

Pescado a la parrilla. Y sándwich para los viajes.

 

-¿Qué le diría a su presidente Evo Morales?

Que hay vida más allá del sillón presidencial. Que respete la Constitución Política del Estado y que cumpla el resultado del referéndum vinculante del 21 de febrero de 2016, cuando la mayoría de los electores del país rechazó modificar la Constitución para habilitar la postulación de Evo Morales y de Álvaro García Linera para un nuevo mandato. Que se libere de las cadenas del poder, de sus guardaespaldas y de sus adulones palaciegos que le hacen creer que todo está bien en el país, que es imprescindible, que sin él no va a salir el sol y la luna se va a ocultar para siempre, hasta el fin de los días.



-¿Qué libro de crónica periodística le hubiese gustado haber escrito?

Lacrónica, de Martín Caparrós. Es un libro perfecto, poético, que no solo cuenta, sino, que enseña a cómo contar. Caparrós revela con arte los secretos de un mago que ha hecho de la realidad su mejor escenario para narrar la vida, construye una obra monumental y confirma que el gran periodismo es literatura. Lacrónica es un libro de décadas de viajes por el planeta, de reflexiones, de responder a la gran pregunta: ¿cuál es la función del periodismo? Y Caparrós, el periodista más respetado del idioma, responde con una generosidad y honestidad enormes.





Periodista - @DabolAR