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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Riego, el caso mexicano

Riego, el caso mexicano
A la iniciativa de convertir el país en un centro energético, debería complementarse el aprovechamiento de nuestros recursos hídricos para encarar una política de construcción de embalses y sistemas de riego que permitan apoyar las conclusiones de la Cumbre Agropecuaria, a objeto de lograr una mayor autosuficiencia alimentaria y de expansión de nuestras exportaciones agropecuarias, con base en el riego. El tema número 1 en materia de desarrollo agropecuario es aumentar la productividad. Los rendimientos de nuestra producción se encuentran alrededor de un tercio por hectárea de lo que logran nuestros vecinos inmediatos: Perú, Argentina, Brasil y Paraguay.

Los proyectos hidroeléctricos tienen que estar acompañados de obras que signifiquen el aprovechamiento de las aguas después de generar energía para regar las áreas inmediatas que tengan potencial agropecuario, el caso Rositas es el mejor ejemplo, así como el proyecto Misicuni, que serviría para regar unas 23.000 Has.

La Misión Mexicana que construyó los principales sistemas de riego que iniciaron esta forma de desarrollo agrícola, hace más de 60 años, es una buena experiencia como lo demuestra el “Inventario Nacional de Presas – Bolivia 2010”, publicado por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

Por lo anterior interesa destacar la diferencia en los logros de ese país en esta materia, los datos nos enseñan lo siguiente: “ México tiene una extensión de territorio total de 2 millones de km2 y está clasificado como país árido y semiárido. El sector agrícola desempeña un papel importante en el desarrollo económico del país y representa 8.4 puntos del producto interno bruto (PIB) agrícola y emplea al 23 por ciento de la población activa. La agricultura de regadío aporta cerca del 50 por ciento del valor total de la producción agrícola y representa cerca del 70 por ciento de las exportaciones agrícolas. El Gobierno de México ha puesto en marcha una serie de reformas estructurales en el sector del agua dirigidas a introducir administración y sistemas de riego modernos.

La superficie con infraestructura de riego del país es de 6.500.000 Ha. distribuidas entre 85 distritos y 39,492 unidades de riego. Una gran parte de esta infraestructura se concibió, construyó y entró en operación en la primera mitad del siglo XX y, durante la segunda mitad, se construyó la actual totalidad de la superficie bajo riego. De la superficie de riego, 1.300.000 Ha. están tecnificadas con sistemas de riego de multicompuertas, aspersión, goteo y cintilla; en las 5.200.000 Ha. restantes el agua se aplica mediante riego superficial”.

“Durante las últimas dos décadas se han emprendido cambios fundamentales en la gestión de los distritos de riego del país, ya que la conservación, operación y administración de la infraestructura se ha concesionado a 479 asociaciones civiles de usuarios y a 13 sociedades de responsabilidad limitada, quienes tienen la responsabilidad de proporcionar el servicio de riego a sus agremiados. A lo anterior se añade un andamiaje Institucional muy amplio.” (Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre).

En contraste, después de 60 años de cuando se construyeron y pusieron en funcionamiento las primeras represas, Bolivia cuenta con aproximadamente 355.500 hectáreas de regadío o cerca del 11 por ciento del total de 2.100.000 Ha. de superficie agrícola con aproximadamente 5.000 sistemas de riego; la mayoría están ubicados en las áreas del sur y sudoeste (Valles y Altiplano). (Fuente: Ministerio de Agua).