Richard entró andando a cirugía y quedó con parálisis cerebral
El silencio es casi sepulcral. Lo único que se puede oír son pequeños ruidos de los equipos que ayudan a mantener con vida a Richard Arias Mendigure, un peruano de 53 años que está postrado en la cama de una conocida clínica cochabambina.
La habitación, ubicada en el cuarto piso del moderno edificio, se convirtió en la morada del comerciante desde hace seis meses, cuando fue operado de un tumor benigno en la mandíbula.
Pero, no solo el emprendedor quedó postrado en esa fría cama, si no también su esposa Wilma Torres y sus tres hijos.
La vida de la familia Arias Torres era normal. Tenían un trabajo que les permitía solventar sus necesidades.
La mañana del 12 de febrero, Richard amaneció con una molestia en una muela y con una pequeña hinchazón en el rostro. “Era casi imperceptible”, dijo Wilma mostrando una foto de su esposo.
Acudió a un dentista y recibió un tratamiento. Con el paso de los días bajo el dolor, pero, la hinchazón se mantenía. El dentista le sugirió pedir ayuda a un especialista maxilofacial. Consultó a tres y ninguno aconsejaba una cirugía.
La familia buscó una cuarta opinión, esta vez de un reconocido galeno, quien, luego de ver el caso de Richard, aconsejó una operación y hacerle un injerto de esa parte de mandíbula para erradicar la infección en el hueso. Tenía que sacar una parte del peroné y colocarlo en la parte dañada.
“Todo fue tan rápido. El médico nos presionaba. Llamaba insistentemente al celular y nos decía que el tumor era muy agresivo”, recordó la cónyuge que también es peruana.
Añadió que su intención era que Ricard se someta al tratamiento en Lima, pero, ante la “garantía y seguridad” que les ofrecía el especialista y para no alejar a la víctima de sus hijos, determinaron que la operación sea acá.
El costó del trabajo sería 80 mil bolivianos, pero, el médico “ofreció” ayudarlos con 10 mil de una supuesta fundación que tiene a su cargo.
La noche del 20 de marzo del presente año, el comerciante arequipeño fue internado en la clínica. El 21 de marzo a las 7:00 horas entró a cirugía.
“Tranquila. Todo saldrá bien y vamos a seguir trabajando”, fueron las últimas palabras de Richard a su esposa.
Después de 10 horas, salieron los médicos y el paciente fue llevado a la sala de recuperación. Posteriormente, pasó a la Unidad de Terapía Intensiva. Ahí, permaneció cuatro días. El 25 del mismo mes sufrió el primer paro cardíaco. Un día después, le dio otro y, tras reunir a la familia, el 28 de marzo, el galeno les dijo que Richard padecía hipoxia (disminución del oxígeno disponible para las células del organismo, produciéndose alteraciones en su normal funcionamiento, al no poder obtener la energía necesaria de los alimentos, carbohidratos, grasas y proteínas, mediante las reacciones oxidativas).
DENUNCIA
Ante ese panorama, la familia Arias Torres decidió denunciar al Ministerio Público a los médicos que dejaron a Richard en esa condición por negligencia médica y por falsificación de documentos porque, según Wilma Torres, alteraron datos de su esposo en la historia clínica.
El 8 de mayo, entró el caso a la Fiscalía. Ya salió la imputación formal.
“Esta semana me acerqué al presidente Evo Morales y le entregué un resumen del caso y fotos. Prometió ayudarme”, indicó.
El comerciante, que hace 18 años decidió echar raíces en Bolivia y que apostó por quedarse con su familia en Cochabamba, está irreconocible.
Se quedó sin el máxilar inferior. Le sacaron el hueso y el prometido trasplante no funcionó.
Está prácticamente hueso y pellejo. Entró a la cirugía robusto y lleno de energía. Ahora, apenas abre los ojos, pero está completamente ido. No tiene conciencia de nada.
Su compañera de vida desde hace 34 años aseguró que no escucha, no reconoce a nadie y no logra moverse.
VIGILADO
Desde que Wilma Torres dio a conocer su caso en los medios de comunicación y se empeñó en hacer lo imposible para que los galenos que dejaron a su esposo en ese estado no queden en la impunidad, ha sido víctima de una serie de amenazas de los médicos acusados y de la propia clínica, donde aún permanece Richard.
El paciente tiene una enfermera las 24 horas del día. “No está para vigilar el estado de salud de mi esposo, si no para evitar que entren los medios y que se conozca su verdadero estado de salud”.
De hecho, hace algunas semanas, la enfermera llamó a seguridad para que eviten que periodistas tengan acceso a la habitación de la víctima.
La arequipeña no solo denunció el caso en la Fiscalía y acudió al Jefe de Estado, también buscó ayuda en la Brigada Parlamentaria, en la Embajada de Perú, en los medios de comunicación y emprendió una campaña en la calle con marchas. Colocó letreros de su esposo en varios relojes ubicados en calles y avenidas estratégicas de la ciudad. “Solo quiero justicia. No voy a sacar a mi esposo de la clínica porque tiene que salir caminando como entró”, manifestó mientras mostraba una gran cantidad de informes, fotos y otros.
NO ES LA MISMA
Desde que Richard quedó postrado en la cama de una clínica, la vida de la familia no es la misma.
Al joven comerciante les gustaba tomar té todas las tardes en el jardín de su casa. “Salía a comprar masitas y pan para compartir. Nuestra vida ya no es la misma”, dijo Wilma mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro.
Añadió que su esposo era muy hogareño y dedicado a sus tres hijos de 32, 28 y 23 años.
“Hemos dejado de trabajar. Ahora, vivímos de la caridad de la familia y de personas a las que alguna vez mi esposo les dio una mano”, indicó la esposa.
Recordó que muchas veces Richard llevaba compatriotas para que se queden en su casa y cuando ella se molestaba, la respuesta de su esposo era siempre que había que ayudar a todos. Ahora, es esa gente la que ayuda a sostener la familia. “A veces se acercan y me entregan sobres. Cuando los abró, es dinero”.
La familia Arias Torres tiene deudas en el banco, pero su prioridad es que el padre salga de esa condición, por eso, Wilma dedica todo su tiempo para estar a su lado. Amanece y anochece junto a él, solo lo deja algunas horas para seguir el proceso, porque espera que se haga justicia y que esos “malos médicos no anden sueltos” para poner en riesgo la vida no solo de los pacientes, sino también de las familias.
“Richard se va a levantar y nos iremos juntos a casa”, aseguró.
Aniversario
“El 20 de septiembre cumplimos 34 años de casados. No puedo creer que sea en estas condiciones”.
Wilma Torres
Esposa de Richard Arias
18 Años
En 2000, la familia Arias Torres decidió instalarse en Bolivia. Primero estuvieron en La Paz, pero, luego, optaron por quedarse en Cochabamba porque ofrecía mejores conduciones para su trabajo.