Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Política y vida

Política y vida

Cierta vez llegó a Bolivia una amiga mexicana y observó que todo aquí era política: la conversación cotidiana, el humor, las columnas, la amistad… Me sorprendió admitir que sí. Ella estaba acostumbrada a la pax priísta, que duró como 70 años, en la cual nadie hablaba de política, con excepción de los humoristas, que decían pestes de los gobernantes y el público se mataba de risa, pero no se llevaban política a la casa, ni discutían sobre ella. Años más tarde pensé que la vida es como un universo, mientras la política es, cuando mucho, como un pequeño país, ni siquiera eso, porque siempre habrá oposición y jamás unanimidad. En cambio, la amistad depende de muchos gestos acumulados desde la infancia, pero viene la política, sobre todo en países como el nuestro, y parece anularlo todo. Hay gente que confunde la amistad con la política; son seres que tienen amigas y amigos que piensan igual que ellos o son del mismo partido. No conciben la política en términos democráticos, pese a que hoy todos somos demócratas, incluidos los fundamentalistas que piden de rodillas un golpe militar en nombre de la democracia. En esto, prefiero a los adversarios antiguos, que jamás hablaban de democracia. Éstos no se llenan la boca con esa palabra y actúan ominosamente en nombre de ella. ¿Qué hacemos con los amigos, que a veces piensan distinto, es decir, que asumen posiciones políticas diversas, incluso contrarias a las de uno?

No suelo dar consejos, pero a mis hijos les enseño que no hay que confundir política con amistad. La amistad es un dato de vida; la política es apenas un momento en ese universo que es la vida. La amistad exige devociones, actitudes de aproximación, pero jamás renuncias; ¿por qué la política debe exigirlas? Otra cosa es que ante los excesos histéricos del Estado hayamos recobrado la democracia. No hay forma de recobrarla si no se apela a esa estructura que es la ley y la justicia. Ya lo dice un principio heredado de Hobbes: que el hombre sería lobo del hombre si no renunciara a parte de su libertad para establecer la ley, la justicia. De lo contrario, como decía un buen amigo, todas y todos nos animaríamos a cometer tremendos excesos en la administración del Estado para sembrar el terror en la sociedad. Si estos delitos quedan impunes, habrá carta blanca para que cualquier ciudadano o ciudadana vuelva a cometerlos.

Por otra parte, hay víctimas, hay deudos que han quedado en la orfandad y con una crisis económica que ya se nota. ¿Vamos a permitir la impunidad de los protagonistas del interinato? No tenemos derecho de hacerlo.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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