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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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No-es-café

No-es-café

Durante la cuarentena seguro que ya se tomó un buen café para descansar, conversar o simplemente disfrutar. Espero que no haya sido un simple Nescafé. Alguien me dijo que No-es-café. Un momento de sosiego como el que necesitamos debe ser acompañado de un buen café, puro, de grano molido en casa, sin mezclas, con su verdadero peso, aroma y sabor. No. No pretendo hacer publicidad de cafés, solo quiero decir que la tendencia al instantáneo no solo se da en la búsqueda de un café, sino también en el consumo de otros bienes, sobre todo los culturales.

De hecho, en estos días vale la pena ver algunas películas que no pudimos por falta de tiempo o de leer algunos libros que están en lista de espera. Sin embargo, en muchos casos, no pudo lo instantáneo, pasajero y momentáneo. Para decirlo en fácil: “lo divertido”. Entonces esas películas que requieren de un cierto tipo de atención, que dicen cosas que no son explícitas, que llevan al silencio y a la reflexión, simplemente no son divertidas, por lo que las descartamos con facilidad.

Y durante estos días, además de lo divertido, se ha añadido un morbo particular, el de la información excesiva sobre el virus. No digo que estar informado sea poco importante, lo que quiero afirmar es que la información en estos días parece satisfacer un deseo neurótico por el Covid-19. ¿Cuántos han muerto hoy? No es una pregunta cualquiera. ¡Es terrible! Incluso inhumana. Pero se ha normalizado, como todo en la vida. Y nos hace olvidar lo que verdaderamente somos.

Lo mismo nos pasa con la literatura. ¿Qué estamos leyendo estos largos días de marzo cuarentenal? ¿Solo lo pasajero, lo masivo y lo comercial? ¿Solo lo útil y lo funcional? Los grandes autores de la literatura y los clásicos griegos no pretendían solo vender (me pregunto incluso si su afán era el de las ventas), sus obras los han trascendido, han vencido a su propia muerte. Y no por lo fútil y momentáneo, sino porque han mostrado los vicios y bajezas humanas, así como sus grandezas y su esplendor. Esos autores nos han enseñado que el hombre es mucho más que su tiempo, sus circunstancias y sus vicisitudes. En el fondo, un Homero, un Tolstoi, un Dostoievski y tantos otros, han sido verdaderos maestros de la esperanza.

Vargas Llosa citando a Guy Debord sostiene que “el consumidor real se torna en consumidor de ilusiones”. Ilusiones, es decir, mentiras, engaños camuflados, ideologías, estilos de vida insostenibles. Hoy nos enfrentamos a esta industria cultural y me atrevería a afirmar también que nuestra industria informativa va por ese camino. Más aún con la explosión de las redes sociales.

Durante estos días, entonces, busquemos el café con cuerpo, no solo lo instantáneo, divertido, morboso y pasajero. Recordemos que somos humanos y que detrás de esa palabra hay algo que nos sobrepasa infinitamente y nos hace ser verdaderamente humanidad.