Murió su padre y viven en alquiler
Se prestaron 130.000 dólares para edificar una casa que fue devorada por la mazamorra de 2018.
03 de febrero de 2019 (13:38 h.)
El 6 de febrero de 2018 cambió la vida de la familia Torrico. La mazamorra devoró sus dos viviendas, una valuada en 130.000 dólares, un vehículo y varias pertenencias. Pero, ni todos esos bienes juntos equivalen a su mayor pérdida, la vida de su padre, don Héctor, quién falleció sepultado por el lodo.
Con 77 años encima y una reciente operación de corazón, don Héctor estaba casi imposibilitado físicamente para desplazarse hasta el altillo de su casa y ponerse a buen recaudo. Como no vio la magnitud de las olas de lodo que se aproximaban, algunas de hasta tres metros de alto, pensó que cerrando la puerta de su habitación las evitaría, pero, el abundante barro penetró hasta ese espacio, lo inmovilizó y luego lo sepultó.
Había tanta mazamorra en el lugar, que los rescatistas y la maquinaria escarbaron dos días para hallar su cadáver. Durante ese período, la familia estaba en vilo, contó que casi no se movió del lugar, no comió, ni mucho menos fue a recoger las donaciones que la población dejó en los puntos de acopio para ellos, pero, no faltó gente que se aprovechó de su situación para pedir cosas en su nombre, según Gonzalo Torrico, hijo de Héctor.
TRAUMA
Los niños aún están traumados, así como la viuda de Héctor, y es comprensible porque el 6 de febrero rozaron la muerte. Sus casas fueron el blanco de la mazamorra porque las golpeó de frente. Desde el altillo, donde pudo huir la viuda de Héctor, Mercedes Lara, "miraba como el lodo venía por la calle, haciendo sonar las piedras enormes y yo ahí arriba diciendo que en cualquier momento (el barro) me aplana o me barre". Los vecinos usaron calaminas para llegar a ella y sacarla de ahí, donde estaba tambaleante.
DESTROZOS
Las dos casas en las que vivían los esposos Torrico, sus hijos y nietas, terminaron inhabitables y, aunque habría quedado un poco de infraestructura, la familia aún no soporta el peso emocional que implicaría vivir ahí.
Además, a un año de la catástrofe, el riesgo en la zona es inminente. Si bien antes las dos propiedades estaban a por lo menos 40 metros de distancia del río, ahora están a un metro. Cerca de las rocas que guían el curso del cauce aún se ven los restos de los pilares.
Su situación conmovió a las autoridades y les prometieron una vivienda en otro sitio, pero aún no se materializa.
Patricia Torrico, mencionó que, inicialmente, les asignaron una zona y cuando la Agencia Estatal de Vivienda (AEV) pretendía intervenir para construir, los vecinos se opusieron. Recientemente, les asignaron otro lugar, pero aún no hay un derecho propietario que respalde que el lote les pertenece, por lo que la AEV no puede iniciar obras.
Al respecto, al directora de la AEV, Noemi Bautista, dijo que cursó una serie de notas a la Alcaldía de Tiquipaya, pero no recibió respuesta.
La vida de la familia ahora es otra. Cuando pasó la catástrofe, buscaron cuartos en alquiler y viven separados. Adicionalmente, Patricia paga un interés mensual al banco que le prestó 130.000 dólares para la construcción de una de las viviendas que derribó el lodo.
Patricia mencionó que la entidad financiera no quiere devolver los papeles de esa casa que ya no existe, sin ese respaldo tampoco es posible viabilizar el trámite.
Cuatro años en la zona
La familia Torrico llegó hasta la Organización Territorial de Base (OTB) Juventud Chilimarca cuatro años antes de la catástrofe.
La madre de familia Mercedes Lara regaló dos lotes a sus hijos.
En una de las propiedades vivía su hijo Gonzalo Torrico con sus hijas y esposa. En la otra, su hija Patricia. Los esposos Torrico Lara también los acompañaban. La mazamorra dejó sin vivienda a todos ellos.
Durante su permanencia en la zona, según recuerdan, las autoridades jamás intervinieron el cauce del río Taquiña para mantenerlo. Es más, recuerdan que era común que la gente eche basura por ahí.